Zidane se quiere retirar en plenitud

Zidane tiene contrato con el Real Madrid por una temporada más, es decir, hasta junio de 2007. Pero ya ha hablado con el club de que su intención es terminar al final de ésta, con el Mundial. Su sueño es alcanzar aún alguna cumbre con el Madrid y hacer un último gran campeonato con Francia, en Alemania. No se ve un curso más luchando con su espalda, y mucho menos siendo un estorbo para una renovación que el Madrid ha empezado y en la que la presencia de los galácticos mueve a dudas. A cualquier entrenador le cuesta mucho desplazarlos. Y sin embargo, por duro que resulte, una seria renovación exige hacerlo.

Así que Zidane ofrece su plaza. La primera idea es aceptar su baja como jugador, pero pedirle que se quede como gran embajador internacional. Se convertiría así, al menos en un futuro a corto y medio plazo, en testimonio de esta moribunda época de los galácticos, quizá demasiado fugaz, pero inolvidable en todo caso. Nadie había tenido la audacia de reunir tanto talento en un mismo equipo. Florentino lo hizo. La tarea era difícil. El sostenimiento de aquel equipo se ha revelado imposible, al menos para sus fuerzas, quizá porque incurrió en riesgos innecesarios. Pero el intento fue un valor en sí mismo, un desafío hermoso a la lógica.

Ahora Florentino necesita el mismo valor para desmontar esa catedral que el que tuvo para construirla. Zidane lo pone fácil. Ofrece su salida. Quiere que la afición le recuerde por partidos como el del domingo, no como una vieja gloria con dolor en la espalda que cierra el paso a una renovación del equipo. Su gesto es generoso. Es duro dejar el fútbol, porque esa es una decisión sin retorno. Sus dos últimos partidos desmienten la imagen anterior de una decadencia sin remedio. Pero quizá eso fuera lo que estaba buscando: unos meses buenos, tras su última lesión, para retirarse satisfecho de sí mismo. Haga lo que haga, hay que aplaudírselo.

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