Con todo el sabor del fútbol clásico...

Partido de Copa en San Mamés, entre el Athletic y el Madrid. Partido bueno, con sabor, copero. Sin lujos, pero con entrega, interés, emoción, el grado justo de pique, rabia ganadora en todos, deseo de dejar atrás las penurias. El fútbol también es así. Alejado de las galaxias, con sabor inglés, con sabor de Copa. Un partido de vaivenes, en los que cada equipo aceptó la propuesta del otro y dejó todo lo que tiene. El gol sonrió al Madrid y le pone en camino de los cuartos. Pero podría haber sido al revés: justo un momento antes del gol blanco se había escapado a un centímetro del palo un remate de Llorente con Diego López clavado, impotente.

Desde luego, el Athletic ya no tiene el aire moribundo con que lo encontró Clemente. Ahora es un grupo con vida, al que traiciona una cierta debilidad de sus defensas en campo abierto, lo que dio lugar a que el Madrid creara peligro en cada uno de sus intentos. Pero descontado eso, el Athletic tiene cara de equipo de peso, con fuerza, con juego, con moral. Con variantes en ataque, con una incorporación, Aduriz, que le va a venir de perlas, con el feliz regreso de Guerrero, que supo aparecer en posiciones de remate como solía. No, ahí no hay un equipo llamado a sufrir los temores del descenso. Clemente ha hecho bien su tarea. Aunque la Copa se le ha puesto difícil.

También el Madrid ofrece síntomas de mejoría. Las ausencias determinaron que lo que se plantó en San Mamés fuera un equipo con salud, sin dolores, con brío. No es que todos estuvieran bien, pero todos estuvieron serios. El Madrid jugó con once. Uno de ellos era inglés y le pitaban por guapo, como en casi todas partes, pero fue el hombre del partido, y el autor del gol, al llegar con fuerza y rabia al remate de una jugada eléctrica: lanzamiento de Guti y centro de Robinho al corazón del área. Un gol que es una promesa de pase a los cuartos de final y una llamada a un optimismo que se resiste a regresar.

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