Una nación, un campeonato de Liga

Bueno, pues vino Oleguer y, tal y como están las cosas, casi hay que agradecérselo. Como hay que agradecer a Luis que le llamara. Este viejo país en el que con tanta fruición buscamos motivos para la discordia está cosido por hilos invisibles y uno de ellos es el fútbol. Una nación, un campeonato de Liga. El que quiera ponerse frente a esa realidad que levante el dedo. Una nación, un Mundial, sería la primera consecuencia de aquello. Mundiales hay uno cada cuatro años, pero vida sólo hay una. Y hay que ser un privilegiado para tener la ocasión de jugar uno. Para eso hace falta tener condición natural de buen futbolista... y algo más.

Hacen falta compañeros. Esto no es tenis. Esto es fútbol. Para ir a un Mundial hace falta un Casillas que haga milagros, y un Michel Salgado que suba y baje, y un Puyol que se parta la cara, y un Xavi que reparta juego, y un Albelda que además de juego reparta leña, y en las bandas dos que bajen, aguanten, suban y desborden, y arriba un Raúl que haga de cada gesto un ejemplo, más todo un Niño Torres que pelee por ser más de lo que aparenta. Para ir a un Mundial, para estar entre los grandes, para disfrutar, para estrujar el fútbol en toda su dimensión, para codearse con los mejores de los mejores, hace falta estar arropado.

Una nación, una Liga. Una nación, un Mundial. Oleguer es uno de los 33 mejores, aquí y ahora, y ha obrado sensatamente al acudir a esta citación que tan nerviosos ha puesto a algunos de los radicalcatalanistas que hubieran encontrado en su pretendido martirologio una bandera de discordia. Pero esto es fútbol. Una nación, una Liga, y esta seguramente la volverá a ganar el Barça de Oleguer. Una nación, un Mundial, y hemos llegado a éste tras duro esfuerzo de sus compañeros Xavi Hernández y Puyol, entre otros. La construcción de la nación catalana es tarea demasiado pesada para los hombros de Oleguer. Dejémosle tranquilo.

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