Recuerden: el cliente siempre tiene razón

La mayoría de entrenadores no termina de enterarse de que en este país (y en muchos otros) los públicos ya no piden sólo resultados, sino también atrevimiento, ataque, buen fútbol. Hace tiempo que es así. Yo lo sitúo en la década prodigiosa en que se sucedieron el Madrid de La Quinta y el Dream Team. Cambió el paladar de la afición y algunos lo han sufrido. Irureta nunca fue amado por los hinchas del Depor, al que elevó a cotas históricas, porque le juzgaban demasiado prudente. En Valencia no llegaron a encariñarse ni con Cúper ni con Benítez, a pesar de éxitos descomunales. Conviene que Luxemburgo reflexione sobre eso.

Porque no le pitaron por retirar a Beckham, sino por sustituirle por Salgado, y no por Soldado. Por dar esa sensación de que se arrugaba ante un equipo que, al revés, había reforzado la delantera con sus cambios. Un Madrid achicado, conservando en campo propio un empate inútil (todo lo que no fuera golear era inútil) fue más de lo que el aficionado del Bernabéu podía soportar. Y estalló contra el entrenador, al que sin embargo no había reprochado la paliza del Barça, con Salgado al ataque y Ronaldinho colando dos goles por esa brecha. La reacción esa noche fue aplaudir al Barça, no culpar al entrenador de los viajes de Salgado.

Gusta el fútbol, gusta el fútbol de ataque. Gusta el resultado, sí, pero ya no es lo único. Y si el resultado es un empate cicatero en campo propio no digamos. El público se ha hecho exigente y tanto más en el Bernabéu, donde siempre lo fue. El primer año de Luxemburgo, con ese estilo de culo en Casillas y pelotazos a Ronaldo se toleró mal que bien como respuesta a una situación de emergencia. Pero según entramos en la nueva temporada el madridista piensa que Luxemburgo es así. Muy a contraestilo del gusto de la casa en todos los tiempos, y más en éstos. Por eso reaccionó de esa forma. Y recuerden: el cliente siempre tiene razón.

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