Madrid regresa a la carrera olímpica

El nuevo presidente del COE ha obtenido su primer éxito al conseguir que Gallardón se reanime con el proyecto olímpico. La derrota en Singapur le desfondó demasiado. La víspera se había hecho muchas ilusiones. La noche anterior a la decisión la delegación española manejaba una quiniela en la que se veía ganadora. Todo consistía en salvar la tercera criba (la difícil) y luego, en la final contra París o Londres, favorecerse de la rivalidad entre ambas, que volcaría a nuestro favor los votos de la eliminada. El pronóstico falló en la tercera ronda. Por muy poco, pero falló. Y la decepción fue descomunal.

Así que Gallardón volvió a Madrid, disolvió de una patada la oficina olímpica y se entregó con pasión a agujerear la ciudad hasta en sus últimos rincones. Y era una pena. Madrid perdió, sí, pero por muy poco. Compitió con las ciudades emblema de los cuatro países que se repartieron el mundo tras la Segunda Guerra Mundial y quedó bien. El proyecto era bueno y la gente que lo servía, también. Pero sobre todo es que lo que había comenzado como una iniciativa política se había convertido en una pasión de toda la ciudadanía. Y el resultado de Singapur no autorizaba a abandonar la idea.

Porque bastó ese intento para que Madrid adquiriera un vuelo polideportivo que nunca antes tuvo. Y porque en el recuerdo están los magníficos efectos de Barcelona 92 para el deporte de todo el país y hasta para la convivencia nacional, tan deteriorada estos días. Alejandro Blanco ha hecho un buen ejercicio de su cargo y de su responsabilidad al arrancar de nuevo al alcalde en esa dirección. Reinscribirse en la carrera olímpica reactiva el deporte en Madrid y devuelve la ilusión al de toda España. Y, sobre todas las cosas, esta ciudad y este país necesitan una causa unificadora y de grandeza, como es esta.

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