El Reglamento como una ley natural

La mejor manera de aproximarse al Reglamento del fútbol es considerarlo una ley natural. La norma básica es que se juega con el pie, no con la mano. Está fuera de juego el que se sitúa por delante del balón porque no participa solidariamente del trabajo de todos, y sólo hay que saberse las excepciones, impuestas por la práctica, los años y la sensatez. Hay un área donde el portero puede usar la mano y donde las faltas graves son penalti. Discernir qué faltas son graves (zancadilla, empujón, agresión...) y cuáles leves (obstrucción, juego peligroso...) es de sentido común. Y poco más. Para dudas, acudir al espíritu del juego. A la ley natural.

Y acudiendo al espíritu del juego se entendió, ya años atrás, que cuando un delantero se iba solo a puerta y alguien le zancadilleaba por detrás, una simple falta era poco castigo. Por eso se incluyó en 1990 la expulsión al jugador que cometiera una falta de este tipo, que malograra una oportunidad manifiesta de gol. Pero una viciosa incontinencia reformadora extendió tamaña represión a las faltas de este tipo cometidas dentro del área. Craso error. Las faltas dentro del área ya están suficientemente castigadas con el penalti, sanción dramática en sí. Muchos porteros se han ido fuera por culpa de eso. Y el sábado, Antonio López.

Pero ¿qué quieren? La norma es así. Dura lex, sed lex. Con frecuencia me he lamentado aquí de esa reforma por su exceso de ajusticiar con expulsión a quien ya ha sido ajusticiado con penalti. Dicho todo esto, no deja de llamarme la atención que una norma de hace ¡quince años! sólo haya sido objeto de escandalera nacional cuando de resultas de ello el Madrid ha salido bien parado. ¡Hay que cambiar esa norma!, se clama ahora. De acuerdo. Pero porque saca al Reglamento de ese carácter de ley natural que lo preside, no por aplacar los viejos fantasmas familiares de quienes compraron la teoría de que al Madrid siempre le ayudan los árbitros.

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