El fútbol como industria del espectáculo

La verdad es que da gusto ver jugar a Messi, ese futbolista que el Barça ha ido colando poco a poco, con la audacia del protegido, rozando (o incurriendo en) alineaciones indebidas, con la complicidad de la Federación primero, con la complacencia de la administración después. Ha forzado normas, hábitos y lógicas, pero ahí está Messi, jugando y divirtiendo. Y eso, lo que pone sobre el terreno de juego, es lo que hace que al Barça se le perdone todo, tanto chanchullo, tanta implicación con el poder y abuso del mismo, tanta protección, tanta impunidad. Pones la tele, el equipo te divierte y lo demás deja de tener importancia.

El viejo fútbol se convirtió hace mucho en industria del espectáculo y eso es más perceptible que nunca en estas noches europeas que riegan todos los canales con partidos refulgentes. La primera obligación es divertir, porque para eso están estos clubes sobre la tierra y sólo eso justifica lo que hacen: no pagar a Hacienda, recalificar terrenos, cambiar sacrílegamente colores de camisetas... En el caso del Barça, trampear entre bambalinas. Ahí, en el espectáculo, es donde el Madrid tiene un terreno por reconquistar, y esta noche debe empezar la recuperación de ese espacio de magia que ha abandonado. Esta noche tiene que ganar... y divertir.

Porque sólo ganar ya no sirve. Hace tiempo que las aficiones de tronío exigen más. Ese modelo de dos arreones de Ronaldo y partido en la buchaca no da la felicidad. La felicidad la da un juego rápido, abierto, inspirado... Eso necesita el Madrid y eso espera el madridista esta noche. Una revolución que puede liderar Robinho, como ya hizo en Cádiz y en los dos partidos siguientes. Luego, me temo que escuchó malos consejos que le llamaron a la prudencia. Esta noche, sin la formidable percusión de Ronaldo, el Madrid está obligado buscar otras fórmulas. Y ahí debe aparecer otra vez el Robinho de Cádiz y encabezar esa reconquista.

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