Alonso recupera la pole position

Me parece que hoy va a ser un día para la historia del deporte español. Como aquél en el que Bahamontes ganó su primer Tour. Como el del gol de Marcelino. Como el de la victoria de Santana en Wimbledon. Como el oro de Paquito Ochoa en Sapporo. Como el primer Mundial de Ángel Nieto. Como el de la chaqueta verde de Ballesteros. Como la medalla de oro de Fermín Cacho en 1.500 en Barcelona 92... Uno de esos días en los que el deporte español pega un estirón porque conquista una nueva especialidad y entonces nos sentimos felices, de una forma ingenua, sí, pero plena e incomparable. Y nos vemos la alegría en el rostro los unos a los otros.

Hoy va a ser uno de esos días, porque Alonso va a ganar muy probablemnte el título de campeón del mundo de Fórmula 1. Una de las cumbres del deporte. Un espacio de máxima competitividad, de altísima tecnología, y también de riesgo cierto para sus practicantes. En esto nos habíamos asomado poco o nada hasta ahora y casi se puede decir que nos conformábamos con tener a alguien ahí, aunque sólo fuera haciendo bulto entre esa veintena de elegidos. Pero ahora tenemos el mejor, el campeón inminente, el hombre que ha administrado a la perfección las ventajas de su coche al principio del campeonato, su fiabilidad después.

A algunos les ha resultado deslucida la segunda mitad del campeonato, en la que parecía que Raikkonen le comía el terreno. Pero no ha sido así. La ventaja se ha mantenido desde hace muchas semanas, porque Alonso tiene lo que a Raikkonen le falta: fiabilidad. Al finlandés ya le vimos ayer comerse la primera curva y quemar goma con una salida trastornada por la noticia del tiempo de Alonso. Tiene mejor coche pero no conoce del todo sus límites. Alonso sí los conoce. Los suyos y los de sus rivales. Por eso ha navegado con tanta seguridad en este campeonato que hoy, si Dios quiere, el tiempo no lo impide y la autoridad no lo prohibe, será suyo.

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