Paciencia, que esto está empezando

Llega el Barça al Calderón, rodeado de paz y prestigio. Los tiros van contra el Madrid, y como estos dos clubes son como vasos comunicantes todo lo que sea desasosiego para los madridistas es paz para los culés. Yo ahora recuerdo la primera temporada de Rijkaard, cuando el Barça no pitaba y todos, yo también, pensábamos que Laporta le estaba pagando al entrenador holandés un master de entrenador de alto nivel porque sí. Nadie le veía y el Barça sufría, mientras el Madrid, en el primer trimestre de Queiroz, parecía volar. Pero Laporta no le echó. Laporta le mantuvo y su paciencia tuvo premio. Ahora el Barça pita y está bien mirado.

Paciencia, esa es la palabra. Hay que dejar que el tiempo trabaje a favor de uno y no atropellarlo. Paciencia debe tener la afición con el Niño Torres, que lleva diecisiete partidos sin marcar, pero que sigue encerrando en sí el gran jugador que todos sabemos. Más estuvo hace unos años, creo recordar, Zamorano. Tantos que hasta acudió a una bruja. Un buen día los goles volvieron, como vuelven las lluvias. Paciencia también con Bianchi y demos por buenas sus explicaciones sobre el descalzaperros que organizó en Riazor. El Dios del fútbol ya le castigó con aquel gol fuera de hora, cuando más duele. Hoy vuelve al equipo recitado.

Y paciencia con Luxemburgo y su cuadrado mágico, que es una táctica como otras, que necesita de jugadores. Y éstos, necesitan de compenetración, automatismos, partidos juntos. Lo que hasta ahora no han tenido. No es un fútbol sin bandas, sino sin extremos específicos, que no es lo mismo. Es un fútbol que aspira a ocupar el centro y a llegar por los lados, con los laterales, con el segundo delantero (Robinho), con alguno de los del cuadrado mágico... Demasiado pronto para romper la confianza en un hombre que, por cierto, logró sus éxitos en Brasil apoyándose con frecuencia en ese modelo. ¿No lo sabían cuando le contrataron?

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