O se tiene equipo o no se tiene...

Cuando menos se esperaba falló Casillas. En un balón que no era suyo salió al borde del área, se despistó y el balón acabó en la red, tras una trayectoria equívoca que fue de sus palmas a dos botas serbias y la cabeza de Marchena. Gol. Un gol de churro que valió tanto como el limpio cabezazo, a pleno parietal, de Raúl, siempre Raúl. Y valió infinitamente más que otro limpio cabezazo de Raúl, siempre Raúl, con el otro parietal, y que las yemas de Jevric enviaron al palo. El fútbol es un juego de instantes y esta vez, como tantas otras en esta fase de grupo, los instantes nos traicionaron. España fue más que Serbia, pero no se pudo imponer.

Y lo peor vino justamente después del gol de Serbia. Ahí fue cuando eché de menos un equipo más hecho, con más automatismos y con más fe en sí mismo. Ahí fue cuando eché de más el partido del equipo B contra Canadá, y tantos cambios en tantos partidos, y tanto mamoneo, y que se me perdone la palabra, en tantos y tantos partidos. O se tiene equipo o no se tiene. Si se tiene equipo, se repone uno de una mala salida del portero con resultado fatal. Si no se tiene equipo se entra en un babedurre de cambios, de miradas, de arreones, de esfuerzos individuales sin provecho posible. Esa fue la mala cara de España en la última medida hora.

Lo más probable, si cumplimos desde ahora, y cumplir es ganar en Bélgica, que está ya fuera de concurso, y en San Marino, es que seamos segundos. Pero no uno de los dos mejores segundos, que van directamente al Mundial, sino uno de los seis malos segundos abocados a una eliminatoria de ida y vuelta para ir a Alemania. Como nos pasó con Noruega camino de Portugal. ¿No tenemos futbolistas para algo más que eso? Yo creo que sí, sinceramente. Creo que España, mirado en conjunto, ha sido el mejor equipo de este flojo grupo. Pero también es cierto que no nos sobra lo suficiente como para ponernos a salvo de contingencias.

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