Maradona se engancha a la vida

Es de verdad admirable lo de Maradona, su capacidad de reconstrucción. No hace tanto le veíamos más para allá que para acá. Con un sobrepeso escandaloso, con el corazón agotado, peleado con los médicos, consigo mismo, con el planeta entero. En lo más hondo de uno de esos pozos tan profundos a los que sólo la droga puede conducir. El recuerdo del muchacho despierto, vital, inmensamente hábil con el balón, gloria mundial y orgullo de un país hacía más dolorosa aún esa patética imagen, esa decadencia insoportable de viejo ídolo al que ves caer y sufrir, al que sólo parecía esperarle ya una lenta y fea agonía de juguete roto.

Pero la ciencia médica y su propia voluntad le han sacado de aquello. Su aspecto vuelve a ser sano, el propio de un hombre joven todavía, que además ha practicado el deporte durante muchos años. Mantiene íntegra la devoción de su país (a alguien le leí ayer que definitivamente está por delante de Perón, Fangio y Gardel en el imaginario argentino) y ha recuperado el respeto de la afición mundial, gracias en su mayor parte a esa gira de hace algunas semanas en la que empezó a mostrar su recuperación y en la que habló una vez más, humilde y sinceramente, de su problema. Tiene, de nuevo, la vida por delante para ser feliz.

Me parece que fue Menotti el que dijo que Maradona era como un gato al que subieron a lo alto de un árbol y luego no le enseñaron a bajar. La imagen es buena. Se quedó allí arriba, colgado y maullando patéticamente, y degradándose cada vez más, lejos de la realidad. Su vida nos ha enseñado que el éxito es difícil de digerir, que la droga conduce a la tortura, pero también que el hombre puede encontrar en la voluntad propia y en la ayuda de sus próximos la fuerza para regresar de cualquier lugar. Supongo que el programa de televisión sería cursi y malo, como lo describió Gatti, pero tuvo el inmenso valor de devolvernos a Maradona.

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