Promesas y fracasos: todo en uno

Otra vez lo mismo. Se repite la canción de cada verano. Cuando un niño destaca jugando en blanquiazul, va el Barça, lo abduce y se lo lleva al maravilloso mundo azulgrana . Es el caso de cinco chavales, que dejarán de jugar en la Ciudad Deportiva de Sant Adrià para practicar en los anexos del Mini. Christian Herrera, Pol Roige, Nil Marín, Christian Valle y Pol Ballesté han decidido cambiar de barrio. Bueno, como es evidente, los padres de cada uno de ellos habrán decidido qué hacer con sus hijos, ellos poco podrán decir. La reflexión que les hacemos es la siguiente: ¿Se han parado a pensar qué ha pasado con los 14 chavales que dejaron de ser pericos para convertirse en futuras estrellas culés? La respuesta, sencilla: nueve de ellos ya no son azulgrana y desde los despachos del fútbol base culé se han apresurado a darles la baja. "No sirven". Esa es la respuesta, cuando tiempo atrás les habían prometido el oro y el moro, asegurando que algún día sus hijos podrían disfrutar de su profesionalidad en el Camp Nou.

Esto no quiere decir que en Sant Adrià no den bajas. Ni mucho menos. Pero al menos el trato es diferente. Al ser un club más modesto, la afinidad es más familiar y hablando se acaban logrando buenas salidas (el caso del filial es diferente, puesto que depende de la dirección deportiva del club). Entre unos padres que sueñan con tener un Ronaldinho en casa y un club trepa como el Barcelona, que no respeta ni pactos ni nada que se le parezca, el Espanyol seguirá con su labor formativa y educadora. Lo importante es la persona y sus valores. Y eso es lo que más cuenta. Los candidatos son muchos, pero los elegidos, muy pocos.

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