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El viejo Carranza aguanta bien el tipo

Las pretemporadas por Europa, que incluyen compromisos de partidos, y las giras por Asia, el último grito en materia de ingresos para nuestros clubes, les dieron un golpe a nuestros clásicos torneos de verano, esa forma de fútbol cuasioficial que en tiempos sin televisión venía a hacerse imprescindible cuando, avanzado agosto, el síndrome de abstinencia hacía presa en los aficionados. Les dieron un golpe, sí, pero ahí siguen. Mal que bien, la mayoría se han ido salvando. Esta noche empieza el Carranza, con el Barça como lujo, Cádiz y Sevilla para el tirón local y un exotismo barato para completar: el Sporting de Braga.

El Carranza es el fútbol como fiesta. Cádiz liquidó la plaza de toros hace muchos años y el Carranza hace allí el papel de feria taurina, elevando el fútbol a la categoría de fiestas locales. Toda la ciudad se revuelve feliz, opinan hasta los que no han visto nunca nada más redondo que una onza de chocolate y por las noches bajan a la playa, a festejar con cantes y barbacoa que se está jugando el Carranza. Claro, que eso no se consigue así como así, sino haciendo las cosas bien, como hizo el Carranza, que supo volcarse con el Madrid en los mejores años de Di Stéfano y que en años sucesivos fue el gran escaparate del fútbol suramericano.

Ahora Digital + te trae a casa cualquier partido de cualquier parte, y encima comentado por Maldini. Pero no están tan lejanos los años en que eso no era así, en que para ver al Robinho de turno había que pasar por el Carranza o el Teresa Herrera. Aún recuerdo el asombro que nos produjeron a todos los testigos las bicicletas de Leivinha, suerte entonces desconocida a este lado del Atlántico. Cómo sería de atento a las innovaciones el Carranza que hasta creó, a instancias de un periodista local, las tandas de penaltis para resolver desempates, con el éxito reconocido. Hoy vuelve sano, tras unos años malos, y eso es algo muy de celebrar.