Villar se cruza en la euforia madridista

La presentación de Baptista fue una bestialidad, como no podía ser menos. La aparición de este jugador, que tiene la sonrisa de Roberto Carlos, la dinamita de Ronaldo y el poderío de Stielike, ha subyugado al madridismo. Y más con la noticia inmediata a su fichaje de la solución definitiva del caso Robinho, un parto de nueve meses con incubadora final. Pero parto al fin. Ayer había felicidad en el Madrid, gentío en las gradas, tumulto de periodistas... El madridismo se relame con esta nueva versión tan brasileñizada de su equipo, con estos refuerzos que reúnen la sutileza de Robinho con el maximum attack de Baptista.

Pero Villar se encargó de congelar la sonrisa del madridismo con el anuncio del indulto enmascarado al Camp Nou. A mí no me chocó, y quien siga esta columna desde hace tiempo recordará que siempre di por seguro que el Camp Nou no se cerraría. No se podía cerrar porque no sabe usted con quién está hablando, porque el Barça no es uno más, sino una fábula bien fabulada que le permite permitirse lo que los demás no pueden. Desde poner un partido pasada la medianoche a acudir a la justicia ordinaria y luego salirse de ella cuando la Federación ya ha cambiado las reglas para aplicarle el beneficio retroactivamente.

Pero lo grave del apoyo indisimulado de Villar al Barça no es este cierre que se va al limbo. Lo malo es cómo lo interpretan los árbitros, que saben a qué atenerse y qué hacer para medrar, como bien se vio el año pasado. El número uno oficial es Mejuto, el que pitó un penalti fuera del área a favor del Barça. Un año más atrás, por pitar un penalti de Marchena a Raúl que provocó histeria colectiva (y que sí fue penalti, por cierto) a Tristante Oliva lo hicieron desaparecer del mapa. Esa balanza es lo que provoca que los árbitros, humanos al fin, sepan cómo hay que equivocarse para prosperar. Así que cuantos más brasileños fiche Florentino, mejor.