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Atención: prohibido regalar prestigio

No se cruza medio mundo para perder por tres a cero con un equipo japonés venido a menos. Lo decía ayer Tomás Guasch, en su orsay: "Si hoy es lunes, esto es Tokio". Invocaba el recuerdo de una vieja película en la que un grupo de alegres estudiantes/as estadounidenses recorría Europa en alegre y promiscua camaradería. "Si hoy es martes esto es Bélgica", se titulaba la película. Así deben de sentirse los jugadores del Madrid, de vuelo en vuelo, de recepción en recepción, de tormenta en tormenta, de escapadita en escapadita. Y de cuando en cuando un partido. Alguno muy cercano del anterior, demasiado cercano. Como el de ayer.

Porque el Madrid había jugado sólo 48 horas antes en Pekín. Después, vuelo, otro pequeño trastorno horario y un partido más. Sin motivación, con cansancio, con malas caras por lo del actor intruso que les meten hasta en los rondos... Total, que dieron el sainete. Y no se puede regalar prestigio, ese viejo prestigio que no ha nacido con los fichajes galácticos, sino que viene de mucho más lejos. De una leyenda de victorias, de comportamiento, de búsqueda de la excelencia, de exaltación de los valores deportivos. Nada de eso se podía entrever en el grupo fatigado y abúlico zarandeado por el Tokyo Verdy y por las aguas de un remoto tifón.

Al Madrid le dan veintiún millones por esta gira. Es dinero... si se sabe administrar. Pero a la hora de la verdad le dará para pagar el déficit de un año baloncesto y sobrará poquito. O, si se prefiere, da para pagar el fichaje de Woodgate, y prefiero no extenderme sobre el particular. Y el club haría bien en empezar a preocuparse por el resultado de esta gira, y no sólo el deportivo. Los campos ya no se llenan, las televisiones en España no se han matado por obtener los partidos, los share de audiencia no están siendo altos. El gran público está detectando, aquí y allí, una cierta falta de sustancia en lo que se hace. Y eso es grave.