El pequeño escalador español

Han pasado setenta años y todavía en Torrelavega he oído gritar: "¡Venga Trueba!" cuando ven pasar a un ciclista. El recuerdo de aquel gran escalador español, el primer Rey de la Montaña del Tour parece que no se va a apagar nunca. Los mismos organizadores han honrado ayer la memoria del pequeño español que puso patas arriba el pelotón en los Pirineos y en los Alpes en su primera participación en 1933. Nadie había escalado hasta entonces como él. Lástima que en aquel tiempo no hubiera etapas que terminaran en altos de montaña y 'La Pulga de Torrelavega', con su escaso peso, terminara siendo atrapada siempre en el llano. Pero con su forma de correr, valiente y combativa, hizo que en España creciera vertiginosamente la afición por el Tour. Aquel era un ciclismo con puertos que tenían carreteras de piedra y no tenían ni médicos, ni EPO, ni siquiera mecánicos. Todavía recuerdo cuando Victorino Otero, otro pinero del ciclismo cántabro, me contó que una vez se le rompió la bici y tuvo que irse a un taller a arreglársela el solito y que llegó seis horas después del vencedor. En el Tourmalet, al lado de la nueva ruta asfaltada, aún se puede ver un tramo de esas carreteras de cabras por donde subían estos antiguos ciclistas. Cada vez que la veo siento una admiración y respeto enorme por ellos.

El mejor homenaje a Vicente Trueba se lo brindó ayer Óscar Pereiro que nos brindó una etapa casi al estilo de aquellos años. Con un grupo de fugados por delante, atacó en el Marie Blanque, sin importarle la ventaja que le sacaban ni lo lejos que estaba la meta. En la ascensión al Aubisque le recortó cuatro minutos a Evans, le pasó en el descenso, pinchó y aún le volvió a coger para ganar la etapa. Su hazaña ya era importante aunque no hubiera vencido. Pero afortunadamente también ganó. Esta vez no le va a pasar como en Saint Lary Soulain con Hincapié. Su proeza queda resgistrada.

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