Este periódico va dedicado a Cobo

Este periódico está lleno, como suele, de luz, de color, de héroes y buenas noticias. Pero en la página 26 tiene una noticia dolorosa: ayer falleció, en la mismísima puerta del ascensor de esta casa, Juan Miguel Cobo, uno de los redactores fundacionales de este periódico. Un ataque fulminante le impidió incorporarse a su puesto de trabajo. Así que este AS de hoy, el número 12.541 desde su creación, será el primero que no pueda leer. Por eso va dedicado a él, a su trayectoria, a su familia, que sufrió ayer el más terrible de los impactos, y a todos los que en vida le quisieron y en el recuerdo le respetarán como lo que siempre fue: un buen hombre.

Este periódico está hecho desde la congoja, como pueden suponer, pero nos obliga tanto el compromiso con ustedes como con su recuerdo y su ejemplo. Todavía se cuenta en los corrillos de viejos periodistas una anécdota de los tiempos de Miguel Muñoz, cuando Cobo era el reportero encargado del Madrid, asistente infalible a los entrenamientos del equipo. Jamás fallaba. Un día una nevada tremenda bloqueó la ciudad. Muñoz, al que le faltaban varios jugadores y no sabía qué hacer, se asomó al campo, vio que no estaba Cobo, regresó y dijo a los pocos que había: "Si no ha venido ni Cobo, es que no hay entrenamiento. Todos a casa."

Hace algún tiempo dejó su firma para entregarse a lo que llamamos tareas de mesa: la edición de textos. Cumplidor implacable en la sección de fútbol, y más implacable aún como miembro destacado del Comité de Empresa, porque su compromiso social era tan fuerte o más que su compromiso periodístico. No tenía una edad para que le alcanzara la muerte. Podemos decir que para todos fue una sorpresa, la más desagradable de las sorpresas, aunque sus íntimos le reprochaban su alergia a los médicos y su afición al tabaco. Pecadillos muy menores que no merecían un castigo tan tremendo, para él y para todos nosotros.

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