Harán falta comprensión y generosidad

El mundillo automovilístico de los Estados Unidos celebra el fiasco de Indianápolis, su circuito emblema, donde la Fórmula 1 desembarcó para naufragar en puerto. Los Estados Unidos tienen sus propios gustos automovilísticos y miran con recelo la Fórmula 1, que tienen por una feria europea, arrogante y carente del interés de sus Nascar, Indy y demás. Ya se sabe: también en deporte les gusta a los americanos tener una balanza comercial favorable, y del mismo modo que venden baloncesto lo mejor que saben y no compran fútbol, miran con recelo la gran competición automovilística mundial como competidora de las fórmulas propias.

Esa será la primera consecuencia del descalzaperros del domingo: la pérdida para la Fórmula 1, me temo que definitiva, de ese importante mercado. Una lástima, porque no creo que los americanos estén sobrados de ventanas al exterior, del tipo que sean. Pero peor puede ser aún la desunión que presumiblemente esto va a provocar en el teatrillo de Ecclestone. Ya estaban las cosas mal (si no, no se hubiera llegado a esto) y peor pueden ponerse ahora cuando lleguen las demandas (que las habrá) y la búsqueda de culpables para hacer frente a las indemnizaciones, que me temo que las haya, y cuantiosas. Harán falta comprensión y generosidad.

Y hará falta sinceridad para identificar las culpas. Habrá que convenir que, nos guste o no, los Ferrari no tenían por qué hacer otra cosa que la que hicieron: Bridgestone llegó con las tareas hechas y, así como Alonso y Renault se escaparon (para gozo nuestro) en la tabla cuando, en las primeras carreras del año, los compuestos Bridgestone no iban, ahora Schumacher tenía todo el derecho de ganar esta carrera. Pero la FIA deberá admitir también que las escuderías Michelin no podían correr con aquellas ruedas, y que sancionar ahora sería enredar más la situación. Lo esencial en este momento es no complicar más el problema.

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