Robinho ante la corte mundial del fútbol

Como a todos, la Copa de las Confederaciones me parece un absurdo. No hay que repetir los argumentos: recarga el calendario, abusa de los clubes (el Inter disputa la vuelta de la semifinal de Copa sin Adriano, el Santos se juega la Libertadores sin Robinho...), abusa de los jugadores (avasalla sus vacaciones, salvo en el caso de Ronaldo, que ha puesto pies en pared) y encima no se sabe bien para qué. No es un Mundial, aunque tenga tal pretensión, puesto que reúne, junto al organizador, al campeón del mundo y a los campeones de las distintas Confederaciones. (El campeón de la Eurocopa y sus equivalentes, para entendernos).

No sirve de mucho, pero ya que está, disfrutémoslo. Aquí me vale aquel argumento algo cínico con el que no recuerdo qué intelectual de principios del siglo pasado aplacaba sus escrúpulos antitaurinos: "Si yo fuera el ministro de la Gobernación, prohibiría los toros; pero ya que no lo soy, voy a verlos". Pues eso. Ayer ya vimos en el arranque a una Argentina que ha venido a Europa a ganarlo, como Brasil. Y a un Túnez que mostró un juego atrevido y rápido. Y a un árbitro que pitó tres penaltis, lo que no deja de ser estimulante a la vista de un fútbol como el nuestro, en el que se pitan todas las faltas que hacen los delanteros y muy pocas de las que hacen los defensas.

Y está Robinho. Hoy juega Robinho. Son sus primeros partidos en Europa, sus primeros exámenes ante la corte mundial del fútbol, ante estilos distintos del suramericano, en el que se ha movido con creciente habilidad. Este mundial espúreo le pondrá a prueba ante defensas de todo estilo y en ese sentido ofrece para los madridistas un caudal de información impagable. Porque mientras el Madrid hace sus cuentas y espera a ver cómo evoluciona el mercado con un ojo puesto en los Gerrard, Henry y Cristiano Ronaldo, el único fichaje brillante que asegura hoy por hoy es Robinho. Un gran motivo para enchufarse a la parabólica estos días.

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