Esta noche tendremos nuevo Campeón

Madrid flotaba ayer en la confluencia de dos ríos, uno verdiblanco que venía del Sur, otro rojillo que llegaba del Norte. Dos ríos bulliciosos y alegres, cuyo caudal aumentará mucho durante el día de hoy, hasta hacer de la ciudad un extraño carnaval fuera de fecha. Es la final de Copa, una fiesta en la calle a la que el madrileño asiste con curiosidad y complacencia desde aquellos viejos y queridos tiempos en que se inundaba de chapelas bilbaínas un verano sí y otro también. En cierto modo, prefiero que no haya equipo madrileño en la final. Sobre todo si es en Madrid. Dos equipos forasteros son dos entusiastas hinchadas forasteras.

Así que lo primero es el espectáculo de la calle, de esas dos españas, tan distintas, aunque taurinas ambas. Luego vendrá el espectáculo sobre el campo, en un estadio Manzanares que saltará por las costuras. Ha sido una locura conseguir una entrada y una lástima que el Bernabéu esté en obras (dice Di Stéfano que está en obras desde que llegó él) porque hubieran entrado algunos más. Final de Copa sólo hay una al año y tiene un carácter entre alegre y dramático que en vano ha intentado suplantar la Liga, invento posterior, más completo, que llena el calendario y las conversaciones, pero que no produce ningún partido como éste.

Para Osasuna es el tope de su historia. Nunca llegó hasta aquí. El Betis puede presumir de dos finales perdidas y una ganada, pero esta edición es muy especial porque se trata del año en el que el Sevilla cumple cien y no encontraría mejor fórmula de aguarle el centenario a su vecino que pasear la Copa por la ciudad. El resto del país es neutral, pero cuando la pelota eche a rodar nadie podrá sustraerse a la emoción, porque cada lance será irreparable. Después de este partido no habrá otro: si acaso una prórroga y unos penaltis. Y cuando termine, uno de los dos se habrá proclamado Campeón. Campeón de España de Fútbol.

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