La Selección entra en alerta amarilla

Las enormes alegrías que proporcionan Nadal o Fernando Alonso, la pasión con que se siguió el desenlace de la Liga, las emociones que de un lado y otro nos proporciona el deporte español, contrastan con la atonía entre la que se mueve la Selección de fútbol, que vaga como alma en pena por el calendario. Luis ha intentado reactivarla con la recuperación de una sede fija, en este caso Valencia, y la primera experiencia, el sábado, fue demoledora. Muy poco público para ver un partido que ni fú ni fa, que empezó bien pero fue a menos, en el que el gol fue un bien escaso y en lo que todo sonó a visto, a demasiado visto.

Será más fácil reencontrar el gol que reanimar a la Selección, dice hoy Luis en este periódico. Seguramente. Pero tampoco estoy seguro de que esté en el mejor camino. Tras unas cuantas pruebas, el equipo ha quedado demasiado parecido al que aburrió tanto en la Eurocopa. Raúl baja a ojos vistas y no encontramos forma de sustituirlo; Albelda tapona la entrada de Xabi Alonso; Guti, Yeste o Iván de la Peña podrían añadir un toque imaginativo e imprevisible al equipo; Sergio Ramos llama a la puerta, pero no entra; Villa está por ver, estamos deseando verle... Todo lo que fuera diferenciarse del equipo de la Eurocopa sería saludable, pienso.

O quizá es que esto es lo que hay. Nuestro deporte crece y nuestro fútbol no. España no produce buenos jugadores de fútbol. No los ha producido casi nunca, pero es que ahora tenemos incluso menos que ayer o anteayer. Salvo Casillas, y ante el progresivo y digno derrumbe de Raúl, no hay jugadores de verdadero peso. Los hay con gran afán, como Puyol o Salgado, o de brillante técnica, como Vicente, pero no hay jugadores de verdadero cuajo internacional. Y el problema es que a su alrededor todo crece, que el resto de nuestro deporte produce sensaciones y alegrías fuertes y eso hace más duro el contraste con su atonía.

Ni una broma hoy con eso de que si no se han traído a Sabonis, a ver qué gracia tiene Lituania y cosas por el estilo, que el asunto es muy serio. Tanto que si palmásemos, nuestra presencia en el Mundial alemán sería tan difícil como pretender un Barça todos a una, cual culé Fuenteovejuna. El partido parece que tiene poca chicha, España vs Lituania. Pero si se para uno en la clasificación observa que transcurridas cinco jornadas de este Grupo 7, la España de Gasol y la Lituania de Sabas están empatadas a nueve puntos y la Selección es segunda porque ha marcado dos goles más que su verde rival báltico, sólo por eso.

Total, que empezamos a recibir hoy en casa a los tres equipos fuertes del grupo (¡ja, ja, ja!) pensando en la media inglesa: les empatamos allí a los tres, les ganamos a los tres aquí y vamos eligiendo sede y no estaría mal Hamburgo. Pero todos queremos más que matemáticas: que el equipo gane, golee si puede y encima guste. Y siga gustando de aquí a junio de 2006 para enchufarnos como en cada víspera de Mundial.

El equipo está tan decidido y Luis tan convencido que los del Liverpool se van al banquillo y sólo la carga de trabajo a la que ha sido sometido Vicente podría rescatar a Luis García de la suplencia. La verdad es que aquello de "señora, España y yo somos así" sigue vigente: ¡no nos sirven los tíos que fueron capaces de zamparse al Milán en 45 minutos! Ni tampoco Sergio Ramos, al que Luis no ve como central y sí ve a Marchena, ese amigazo de Etoo (recuperar segundo gol del Barça en Valencia la pasada Liga). Los seleccionadores, Clemente incluido, siempre saben algo que los demás desconocemos. Y como Salgado siempre cumple, pues eso: que Ramos se quede en el banquillo junto a Xabi Alonso, hay que jorobarse Mariano.

Enfrente habrá un once cuyo apellido acaba mayormente en vicius y si todo es normal, pues 3-0 rumbo a la cabeza del grupo, que obra en poder de Serbia. Ni que decir tiene que si Bélgica puntúa en Belgrado seremos tan belgas como el día aquel que Fabiola de Mora y Aragón se casó con Balduino. Pero no más.

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