El viejo invento de un aficionado gaditano

A la hora bruja, a las doce de la noche, en la frontera entre un día y otro, el zapatazo de Luis Fernández resolvió esta semifinal interminable y dejó fuera al Athletic de la final que tanto acariciaba. Fueron 210 minutos sin goles, entre ida y vuelta, para llegar a esa suerte suprema de los lanzamientos desde el punto de penalti. Un invento de un aficionado de Cádiz, que lo sugirió a finales de los cincuenta para acelerar las semifinales del Carranza, entonces en sus mejores años. Un invento que hizo fortuna y que el fútbol mundial acabó incorporando, como una suerte especial y definitiva, capaz de concentrar una emoción inimaginable.

San Mamés, en pie, aplaudió al final. Su equipo había hecho todo lo posible y eso merecía un premio. Hermosa despedida que no compensará a los jugadores del disgusto por haber dejado escapar una ocasión histórica, pero que endulzará el trance. Nada que reprocharles. Si no están en la final es por Doblas, que paró en el partido y en la tanda. Paró mucho. Por cierto: ha aprendido con Esnaola, aquel portero que tantos años atrás le facilitó al Betis la victoria en una final de Copa contra el Athletic de Iríbar. Cada partido tiene su héroe, y el de anoche fue Doblas, el joven portero bético, siempre seguro, concentrado y rápido.

El Betis se relame ante la posibilidad de ganar la Copa el año del centenario del Sevilla. Esta noche podrá sentarse cómodo y feliz ante la tele, para ver la otra semifinal, Atlético-Osasuna, cargada de tensión y de interés. "Me he despedido de la familia, porque voy a la guerra", dijo, poco afortunado, Pablo García. En realidad la guerra va con él donde él va. Pero yo no espero esta noche ninguna guerra, sino un partido grande y tenso, como fueron la segunda parte y la prórroga de ayer. Dos equipos en busca de una final, sin nada que reservarse, sin nada que aplazar, sin nada que corregir más adelante. La Copa es eso: o esta noche, o nunca.

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