Alonso nos ha regalado el mejor Scalextric

Estos domingos tardaremos en olvidarlos. No sé cuánto durarán, pero hablaremos de ellos mucho después de que hayan terminado, que espero que sea dentro de mucho. ¡Qué emoción! Las cabalgadas libres y victoriosas de Alonso eran sólo un preludio de lo que estaba por llegar: el duelo definitivo con Ferrari y Schumacher, el duelo generacional entre el genio que está y no quiere irse y el genio que viene y quiere echarle. La facilidad insulsa y casi insultante de las primeras carreras se ha acabado. Ahora empieza de verdad el Campeonato del Mundo,sólo que Alonso ya ha conseguido una gran ventaja. Y ayer la amplió.

La amplió a pesar de que el dragón ha despertado. La Ferrari ya ha desarrollado su F2005, aunque con prisas y con cierta precariedad, que bien está sufriendo el bueno de Barrichello. Pero lo ha desarrollado. Y Schumacher viene con las del Beri. Tuvo la desgracia de salirse por la mañana, lo que le relegó en la parrilla al puesto decimotercero, pero su carrera fue una cátedra de conducción, estrategia y sangre fría. Fue ganando puestos por retiradas, por acierto en el momento de los repostajes o por puro manejo del volante, como fue el caso de Button. Fue más deprisa que nadie y se plantó detrás de Alonso.

Y ahí lo tuvo Alonso, en el cogote, doce vueltas. La fiabilidad y la constancia alemana aliadas con el ingenio y el maquiavelismo italianos. Schumacher y Ferrari, algo así como el Bayern de Munich más la Selección Italiana en una sola pieza. Y en Imola, su territorio, con su gente flameando banderas. Y Alonso necesitado de cuidar el motor, que vivía su segunda fecha. Resistió, ganó su tercera carrera y echó al coleto dos puntos más de ventaja sobre Schumacher. Los demás, me temo, no cuentan. Pero Schumacher sí. Es un grande que no se va a entregar. El próximo episodio, dentro de dos semanas, en Montmeló. Ya cuento los días.

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