Madrid y Barça, ante la recta final

Me decía el otro día Luxemburgo que todo se va a resolver en las cuatro últimas jornadas. Dicho de otra forma, que no espera que el Barça falle, o espera que falle muy poco, hasta el partido de Valencia. De momento, todo consiste en que el Madrid no falle, porque en el momento en que el Barça mejorara su ventaja desaparecería la presión que ahora sufre. Este juego deja un espacio grande a las sensaciones y un equipo que se ha sentido campeón y pasa a verse acosado se siente repentinamente incómodo. Justo lo contrario que el que se ha visto descartado y se ve de nuevo metido en carrera, aunque sea con visible desventaja.

De momento, hoy al Madrid le ayuda jugar antes. Si gana, hará que el Barça salte a jugar ante el Getafe con sólo tres puntos de ventaja, muy incómodo. De ser al revés, de jugar el Barça antes, hubiera podido provocar que el Madrid saltara al campo del Levante nueve puntos por detrás. Y las sensaciones, de nuevo las sensaciones, serían distintas. En Getafe, por ejemplo al Madrid le abrumó la victoria del sábado del Barça sobre el Athletic, que le ponía a once puntos. El ánimo con que un jugador afronta un partido depende de sus expectativas, y ese momento las del Madrid, recién caído en la Champions y a once puntos, eran sombrías.

Aquel fue el momento más bajo del Madrid. Ahora está recuperado y se siente con fuerzas y a distancia todavía remontable. La pregunta es cómo está ahora el Barça. Ha demostrado que tiene juego para ganar esta Liga, ahora se trata de demostrar si tiene ánimo para aguantar esta carga final del Madrid. Rijkaard ha dado sus primeras muestras de desconcierto, al cargar contra sus jugadores tras la derrota del Bernabéu. Tampoco lo de Etoo ("perdimos contra un equipo que juega andando") fue un acierto. Son palabras que desunen a un grupo. La única esperanza del Madrid es que ese desconcierto haga mella.

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