Pasta, pizza e bastone
A este paso, ni siquiera los amigos y familiares de los jugadores asistirán a un estadio de fútbol en Italia. Desde hace un tiempo muchos aficionados ya no los frecuentan, hartos de un sucedáneo del balompié. Otros por miedo a que les rompan la cara. El balance de cuatro partidos el pasado fin de semana ahorra adjetivos: 17 detenidos, 259 denuncias y casi un centenar de policías heridos; dos días después, la guinda con el inacabado Inter-Milán de Champions. El día anterior, tanto Silvio Berlusconi, presidente del Gobierno, como su ministro del Interior, Giuseppe Pisanu, habían anunciado medidas más drásticas.
El reiterado incumplimiento de normativas y leyes golea escandalosamente al poder político. La esvástica, la bengala y los objetos contundentes -moto incluida desde lo alto de una gradería- juegan a placer. Tanta incompetencia me recuerda al responsable de seguridad del fallecido Papa Wojtyla. Recientemente ha escrito un libro y rememora el atentado que sufrió el Pontífice. Confiesa que guarda con veneración la camisa que llevaba porque está salpicada de sangre de la víctima. El muy cretino reverencia la prueba más palpable de su colosal ineptitud.
Si el poder político está en jaque, el federativo está en permanente orsay. El propio presidente de la Federación, F. Carraro, acaba de declarar: "Estamos ante una situación de emergencia; sólo es cuestión de aplicar nuestros propios reglamentos y las leyes federales". Toda una demostración de perspicacia. Ya sólo falta que los restaurantes de los alrededores de los estadios regalen un bastón por cada plato de pasta o pizza consumidos en día de partido. Y una normativa que regule el tipo de madera y las medidas reglamentarias.
PD. Italia ha solicitado la organización del Campeonato de Europa de fútbol de 2012.