Con aquellas 39 víctimas en la memoria...

Cuando están a punto de cumplirse los veinte años de la absurda y terrible tragedia de Heysel, el Liverpool y la Juventus se vuelven a encontrar por primera vez. No en el viejo Heysel, rebautizado con el nombre de Estadio Rey Balduino, en un empeño por borrar aquel horroroso recuerdo, sino en Anfield. Supongo que algunos de los culpables de la mortífera carga estarían anoche en el partido, malviviendo todavía con su conciencia. Y que muchos parientes de las víctimas italianas se resistirían a ver el partido en el televisor, quizá coronado por la foto del ser querido enmarcada en plata. A todos ellos una garra de dolor les habrá oprimido el corazón.

Aquello fue tremendo y aún nos deja perplejos recordar tanta insensatez. Y duele pensar que el partido se jugó, aunque se entiende que las autoridades decidieran que quizá era mejor eso que soltar a la calle a dos masas adversarias de veinte mil hinchas de cada equipo con la carga emocional del momento. Así que se jugó, con los futbolistas confusos, conocedores de que algo había sucedido, pero sin noticia de la dimensión real de la tragedia. Ganó la Juve, con gol de penalti injusto (la falta fue fuera del área). Luego, la retirada del campo se hizo en orden, sin más incidentes. Y a todos nos quedó una sensación de extrañeza, dolor y bochorno.

Pero Heysel supuso el final de una época. Una llamada a la conciencia colectiva hizo que se mejoraran las condiciones de los estadios, desaparecieran las localidades de pie, se crearan mejores dispositivos de evacuación... Los estadios perdieron su viejo aspecto de campos de concentración y se cubrieron de asientos de colores vivos al tiempo que se engalanaron de palcos vip. La furia de los hooligans remitió, y más cuando, cuatro años después de Heysel, fallecieron en Sheffield 96 hinchas precisamente del Liverpool en carga provocada por ellos mismos. Hoy nos amargan aquellos recuerdos, pero sabemos que algo así ya no es posible.

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