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La tragedia que cambió el fútbol

Lo que ocurrió aquella noche de mayo en Heysel no fue sólo la consecuencia del comportamiento violento de unos cuantos, sino mucho más. Ciertamente, la enfermedad inglesa, el hooliganismo, estaba en alza y cada país tenía su variante local. Pero la tragedia reflejó también la falta de sentido organizativo de las autoridades futbolísticas, los años de abandono de un estadio totalmente incapacitado para hospedar un encuentro de tanta magnitud y la ineptitud de una Policía y de un servicio de emergencias que no estaban preparados para una ídem ni supieron leer los alarmantes signos que surgían de las aficiones. En los vestuarios, los jugadores del Liverpool y de la Juventus no tenían una idea exacta de lo que pasaba y la UEFA decidió que, para evitar un conflicto mayor, el partido tenía que jugarse de todos modos.

Tras un retraso de una hora y 25 minutos, el balón comenzó a rodar. En Inglaterra, la televisión emitía los habituales comentarios interrumpidos por un nuevo recuento de muertos. Al menos, un canal de la RDA tuvo la sensibilidad de cancelar la trasmisión. Un periodista de una televisión norteamericana describió la escena como "una visión horripilante de la Edad Media". El caso es que 39 personas fueron a ver un partido y murieron. La tragedia acabó con el Gobierno belga, se mejoraron los estadios y la seguridad, los equipos ingleses desaparecieron de Europa y hasta hoy están pagando el Liverpool y el fútbol inglés (un ganador de la Copa de Europa desde entonces) las consecuencias. Se buscaron soluciones, se señalaron los culpables, pero se tuvo que vivir un nuevo horror, Hillsborough, para que se aplicaran las lecciones que nos había dado Heysel.