Sobre rearbitrar o no rearbritar

Rearbitrar o no rearbitrar. Esa es la cuestión, y en ese debate estamos envueltos otra vez a consecuencia de la fechoría de Javi Navarro. Yo nunca he sido partidario. Creo que el fútbol debe estar basado en que sólo ocurre lo que dice el árbitro. En que sólo es gol lo que el árbitro dice que es gol, en que sólo hay penalti cuando el árbitro dice que hay penalti, y en que las faltas son las que pita el árbitro, y su cualificación, la que fija en el acta. Vulnerar oficialmente este principio, repasar a posteriori los partidos en la moviola, es poner en duda la figura del árbitro, cuya invulnerabilidad me parece esencial. Sin eso no hay fútbol.

Y aún existe otro argumento: para rearbitrar por vídeo sería necesario que el propio Comité o algún organismo oficial grabara los partidos. De lo contrario, se pone el sistema sancionador en manos de un tercero, las televisiones, que pueden hacer o no hincapié en determinadas jugadas según sus gustos, sus filias o sus fobias. O que, en todo caso, se ven cargadas con una responsabilidad que no les compete. La televisión pretende ofrecer la transmisión para dar servicio a su clientela, no para formar parte de una rueda de administración de justicia deportiva que, dicho sea de paso, es especialmente cochambrosa en nuestro país.

Claro que ante la enormidad de la acción de Javi Navarro los argumentos se me debilitan. Me temo que Javi Navarro llega a eso por una conciencia de impunidad a la que le han llevado árbitros como Pino Zamorano y comités erráticos que hacen más política que justicia, que de cuando en cuando establecen unos criterios de dureza hasta que les llega un reo ilustre, momento en el que vuelven a rebajar vergonzosamente el listón para otros dos o tres años. Y luego construyen espesas doctrinas leguleyas para justificar esto o lo contrario. Y así estamos ahora, confusos, con jurisprudencia para todos los gustos y sensación de bochorno.

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