Se puede tener un Gica, pero no cuatro

El Barça ya cuenta con los dedos las jornadas que le quedan para proclamarse campeón. El Madrid cuenta con aprensión las que le quedan para defender su segundo puesto, con el siniestro antecedente de aquellos nueve puntos que consiguió la temporada pasada en los diez últimos partidos, los mismos que quedan ahora para terminar la Liga. Si ahora cae en un desplome como el de entonces, y el partido de ayer así parece anunciarlo, le costará. Con aquellos nueve puntos, más los 54 que tiene ahora, el Madrid se quedaría en 63 puntos. Los expertos calculan que hacen falta 64 para asegurar la Champions, 69 para ser segundo.

¿Qué pasó ayer? La misma historia. Un equipo con años, sin ambición, mal dibujado, sin alas, porque Roberto ya apenas sube y en la derecha no hay nadie. Con los mismos de siempre porque sí, sin unidad de propósito, sin solidaridad. Enfrente, un equipo ordenado, donde el trabajo de Quique Flores se hace sentir, y que ayer se escapaba con esta victoria a ocho puntos de la zona de descenso, con un partido menos. Las dos caras del fútbol. Un galacticidio en regla, de nuevo la crónica de una muerte anunciada. El grupo que fue a Turín dispuesto a jugar la carta de la Champions regresó completamente desconectado de la Liga.

La victoria del Barça acabó de rematar al Madrid. En la imagen que ilustra este artículo pueden ver las caras del grupo antes del partido, nada más disolverse tras la foto protocolaria. En esas caras no hay ilusión ni fe. Ese grupo es el que tiene que consumir las diez jornadas que quedan. Con sus egos, con sus desilusiones, con sus años. Sobre todo con sus años. Se puede tener un Gica en un equipo, rodeado de jóvenes vigorosos, y para una hora. No se puede tener cuatro gicas, porque el equipo se cae. Y el Madrid los tiene. El problema no era tanto Beckham como eso: los años. Y eso es lo que no se solucionó el verano pasado y habrá que solucionar ahora.

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