El fuera de juego estaba bien como estaba

El Reglamento del Fútbol es bueno y ha llevado al fútbol hasta donde está. Y no fue una inspiración caprichosa de cuatro que se juntaron para escribirlo según las ideas que les venían a la cabeza en ese momento. Se redactó en su primer formato, en 1863, según experiencias previas, pero luego fue cambiando como aconsejaba la práctica. El primer reglamento no tenía áreas, ni penalti, ni árbitro, ni muchas cosas que fue adquiriendo luego, para resolver cuestiones concretas. El Reglamento como lo conocemos hoy, con sus XVII Reglas, viene de 1925, fruto de una elaboración de 62 años. Sobre la levadura de esas reglas ha llegado el fútbol hasta donde está.

Desde entonces ha experimentado pocas reformas, apenas apreciables. Las más significativas, la prohibición al portero de coger el balón cuando se lo cede un compañero y la expulsión de los jugadores que con una falta interrumpan una jugada de manifiesto peligro de gol. La primera es magnífica, porque corrigió prácticas dilatorias. La segunda es buena para las jugadas que se producen fuera del área pero excesiva para las que se producen dentro, que ya llevan consigo el castigo del penalti. Es una reforma de la que antes o después habrá que echarse atrás, porque deja a los porteros en jaque mate cuando salen a pies del delantero.

Ahora se está tonteando con el fuera de juego, que estaba bien como estaba. Hace años ya montamos en Canal +, con la anuencia de FIFA, un Barça-Madrid sin fuera de juego hasta el área. Quedó un fútbol desparramado y feo, en criterio de todos. Pero alguien vuelve a lanzar la idea. Mientras, se ha pretendido legitimar lo que llamábamos fuera de juego posicional. Eso está provocando que algunos delanteros (Van Nistelrooy ya lo hace) deambulen entre portero y defensas, de una forma desleal al espíritu del juego y destructiva para el espectáculo. Me temo que hay mucha gente deseosa de escribir su renglón en una obra que admite pocas mejoras.

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