Eso de que "hay que ganar como sea"...

Algunos habíamos oído hablar del asunto, a fuerza de estar tan metidos en el fútbol. Branco, jugador de Brasil, lo sospechó o algo más, porque se había sentido mal después de haber bebido de una botella que el masajista argentino dejó descuidadamente a su alcance cuando salió a atender a un jugador propio. Lo sospechó y lo denunció en su día, pero la falta de pruebas dejó aquello en el aire. La falta de pruebas y la inimaginable perversidad de la acción, que a muchos se les hacía inverosímil. Pero ahora se ha descubierto el pastel, por la inaudita frivolidad de una tertulia televisiva en la que Maradona, ese eterno piola, alardeó de ello.

Bilardo ya le había dado vueltas a esa idea en el Mundial de México, donde la decencia de uno de sus jugadores, que se plantó, le disuadió. No cito al jugador porque no estoy seguro de que le gustase, pero sí les diré que no nos queda lejos. En Italia 90 ya no estaba el hombre del escrúpulo y Bilardo dispuso que su masajista cargase botellas con tapones de dos colores; los jugadores argentinos estaban advertidos de antemano; los rivales tenían un cincuenta por ciento de posibilidades de intoxicarse. Argentina llegó a la final, que perdió ante Alemania. Ahora celebro que Bilardo y Maradona no ganaran aquel Mundial. ¿Qué haríamos con ese título?

A veces me he preguntado hasta dónde lleva eso de "hay que ganar como sea". Pues lleva hasta lo de Bilardo, esa especie de guerra química como de Gila pero sin la menor gracia. Bilardo creció en la escuela de Estudiantesde la Plata, que cultivó toda clase de triquiñuela antideportiva. Con ellos perdió el fútbol la inocencia, a mediados de los sesenta. Nos dejaron varios malos legados, pero ninguno como esta barbaridad, de la que sólo una mente llena de telarañas como la que hoy alimenta Maradona puede presumir. Pero, ya que se hizo, es bueno que se haya conocido, porque así sabemos hasta donde conduce eso de "ganar como sea".

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