Sea bienvenido, Senhor Do Nascimento

Llega hoy Pelé a Madrid, invitado por el club al partido contra el Zaragoza. Viene gustoso a prestar su apoyo a Vanderlei Luxemburgo, que acaba de sacar campeón a su club de siempre, el Santos, con Robinho como perla más destacada. Un día, hace ya muchos años, me contó Bernabéu que se le pasó por la cabeza la idea de ficharle. Fue con ocasión del partido de homenaje a Miguel Muñoz, en 1959, para el que el Madrid invitó al Santos."Viendo la adoración que sentían por el chiquillo, me eché para atrás. Me di cuenta de que era para ellos como un bien de Estado, y que hubiera sido una grosería proponerlo siquiera".

Bernabéu se había deshecho en elogios hacia Pelé pocos meses antes en sus artículos en Blanco y Negro con los que comentó el MundialSuecia 58, en el que Pelé, con diecisiete años, hizo maravillas. Entre ellas, dos goles en la final. También alguna vez he hablado con Pelé de aquella visita, que tiene un poquito clavada, como una espina. Porque el Santos perdió 5-3 y ese quedó como el único partido jugado en toda su carrera contra el Real Madrid. Aún le duele no haber tenido ocasión de desquitarse: "Veníamos de una larga gira, sin descanso. Hubiera querido otra oportunidad, para ganar al Madrid". Orgullo de campeón.

Nunca le ganó al Madrid, pero ganó tres veces la Copa del Mundo y goza la consideración mayoritaria de mejor jugador de todos los tiempos. Tenía control, ingenio, toque, potencia, disparo y cabeceo. Era malabarista y era contundente. "Te hacía la fácil, la difícil y la imposible", me dijo un día Perfumo. Aguantaba las patadas de los ferocísimos defensas suramericanos de la época y hasta respondía con planchazos escalofriantes que quebraron alguna pierna. Sabía tocar el violín y luchar en la selva. Hoy es un hombre feliz que vive de su justa fama y merece ser reverenciado allá donde vaya. Sea usted bienvenido, Senhor Do Nascimento.

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