Un partido a caballo entre dos años

Lo recordaremos como el partido que empezó un año y acabó el siguiente. Lo recordaremos también como el partido en el que uno de dos los equipos cambió de entrenador antes de que concluyera. Lo recordaremos como la presentación oficial de Vanderlei Luxemburgo, para los amigos Luxa o Luxe, en el banquillo del Madrid. Lo recordaremos como el estrambote de un partido que una broma macabra obligó a suspender y que nos dejó un ejemplo inmejorable de calma cívica y de adaptación de un estadio a las necesidades de hoy. Manuel Redondo, el gran fontanero de Florentino, nunca podrá ser suficientemente felicitado por ello.

¿Nos dejará algo más, es decir, un gol que cambie el resultado? Los últimos seis minutos de los partidos suelen dar bastantes goles. Pero éstos no son los seis últimos minutos de un partido, a los que se llega con fatiga y golpes, con despistes por agotamiento, con el equipo superior haciendo valer su poder; tampoco serán los seis primeros, que suelen jugarse al tran tran, conscientes todos de que queda mucho. Son seis minutos en los que habrá que concentrar los afanes de noventa. Poco tiempo, muy poco tiempo, pero los puntos valen lo mismo que en partido entero: el que marque conseguirá dos y le quitará uno al adversario.

Hace veintisiete años ya se dio el caso. Lo contamos unas páginas más allá. Pero aquel partido empezó con un penalti. Este no. Este arranca con saque de puerta de Riesgo. ¿Y luego? Se supone que el Madrid, más descontento con el marcador, echará el resto. Saldrá Morientes, por Figo, que falta porque los sustituidos de aquel día no pueden salir. Beckham y Roberto Carlos centrarán desde las bandas. Ayer Luxa hizo rematar a los suyos hasta 275 veces. La Real jugó un minipartido de seis minutos. La cita es a las seis. En la calle, los Reyes harán mientras su cabalgata. Los que no vayan a verla están invitados al Bernabéu. Merecerá la pena.

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