Primer cara a cara tras el Ushiro-nage

Primer encuentro tras la noche del Ushiro-nage, aquella en la que al Madrid le tocó cambiar un empate de penalti por un linchamiento colectivo. Tengo para mí que entre las varias causas que confluyeron en las cinco derrotas finales del Madrid está el condicionamiento de los árbitros a raíz de aquello. Expulsiones de jugadores propios, penaltis al limbo... Todo pasó por alto porque aquello exigía una expiación a fondo. Tristante Oliva fue descendido (inmediatamente se retiró) y hasta le espera un juzgado valenciano, para que dé cuenta de su fechoría y pague por ella. Todo porque Marchena agarró a Raúl en vez de despejar el balón...

Pero así son las cosas de este Madrid mediático y galáctico, que no pide cuartel ni lo merece, porque es más rico que nadie, vende muchas camisetas y no tiene medio centro. Así que cuando entra en confusión no puede buscar fuera ayuda ni consuelo. Sólo puede acudir al fondo de sí mismo y ha sido justamente hurgando ahí, en su pura entraña, donde ha encontrado a García Remón, ex canterano, ex jugador, ex entrenador de cantera, ex segundo entrenador en sendas crisis, con Arsenio y Camacho. Tiene una calma delbosquiana, que no es sino la calma molownyana, porque fue Molowny el verdadero creador de esa escuela filosófica.

Una calma que esconde una especie de resignada audacia: ya que sólo hay delanteros, hagamos un equipo de delanteros. Y todo consiste en que éstos hagan por fin lo que saben hacer: goles. El martes se quedaron en uno porque el meta Shovkovsky bajó la persiana. Esta noche tendrán enfrente a un Cañizares alicaído (ganar al Madrid no resolvería nuestros problemas, dijo anteayer) que ha encajado dieciocho goles en doce partidos oficiales en lo que va de temporada. Así están las cosas: un Madrid que mete pocos goles, un Valencia que encaja muchos y Tristante Oliva en el olvido. ¡Qué lejano parece ya aquel Ushiro-nage!

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