A Villar el tiempo le devora. Seguro que haría suya la frase que en su día pronunció Marlene Dietrich: Si pudiera marcharme ahora... y volver hace diez años. Pocos entienden esta obstinación y menos aún su estoicidad ante las embestidas de los hechos. Ha dispuesto de mucho tiempo para reflexionar y actuar. E incluso para rectificar. El peso de un fardo depende del que lo lleva. Sólo el presidente de la Federación Española de Fútbol conoce la carga que supone el seguir defendiendo la inocencia de cuatro colaboradores suyos que están imputados en las diligencias que se siguen en un Juzgado de lo Penal. Y más cuando ahora el fiscal ha solicitado que sea Anticorrupción quien pase a investigar las cuentas federativas. Y pueda pasar de testigo a imputado. Cada día que pasa es un sopapo a tan aparente firmeza. Aunque diga que la adversidad le hace más fuerte.

Eso declaró a finales de marzo en un programa de TVE. Estuvo retador y calificó de ficticios los escándalos económicos que sitian a la federación. El tema ya estaba en el juzgado. Habló de tramas y consideró mezquinas las imputaciones que se juzgan contra Padrón, Espino, Borras y Castillón. A poco más de dos meses de estas declaraciones, la realidad va desnudando aquellas palabras y jibariza su verdad. Desde entonces, Villar ha optado por no hablar más del tema públicamente. A veces, el que guarda silencio no declara contra sí mismo; ignoro si es éste el caso. Se aferra en no ocuparse de los demás: están en otra parte. Dudo que ni siquiera el papel que la Selección haga en la Eurocopa sea determinante para su futuro federativo.

En otoño dice que se presentará a la reelección de su cargo. De momento, ya le ha salido una candidatura competidora. Las declaraciones de imputados y testigos no le han aligerado el peso del fardo, sino todo lo contrario. Está en Portugal esperando que el tiempo venga a buscarle. Hasta ahora ha sido su peor aliado. Corre solo y con la credibilidad destalonada. Una Eurocopa que no olvidará.