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Largo Winch

Largo Winch - Cerdeña

Largo toma el control de la compañía Winch, pero las cosas no son fáciles, puesto que algún hacker ha robado importantes datos confidenciales infiltrándose en la empresa, y se han cometido dos crímenes en la división situada en México. El propio empresario se hará cargo de la situación con la ayuda de su mejor amigo, Simon, la habilidosa y atractiva Joy Arden, y el experto en ordenadores, Kerensky.

Actualizado a

CERDEÑA

Hablé con el anciano que estaba sentado y conseguí información acerca del monasterio y sus nuevos habitantes. Hablé también con el chico y con Luigi, el tendero. Crucé el arco y pasé por una callejuela con algunos barriles hacia un terreno en el que había un vehículo viejo. Abrí el maletero y cogí una correa de distribución.

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Recogí un manojo de llaves que encontré en el suelo y que utilicé para abrir el capó y coger cinta adhesiva. Paseando hacia arriba encontré el montacargas que usa Luigi para dar provisiones a los monjes que viven actualmente en el monasterio. Como le faltaba una correa de distribución, le puse la que había encontrado en el coche. Aún así el montacargas no funcionaba, hacia falta gasoil.

Pensé que Luigi podría venderme algo de gasoil, pero me pidió 50 euros por ello y mis dólares no le interesaban, así que tendría que convencerle de otro modo. Encontré a una señora llorando al lado de la fuente, al parece su hijo, el chico con el que yo había hablado al principio, había desaparecido. Me ofrecí a buscarlo ya que la mujer me ofrecía una recompensa por ello. Me dirigí hacia el montacargas y allí encontré al chico que se había caído y al parecer tenia la pierna rota.

Cogí unas ramas de los arbustos y las combiné con la cinta adhesiva, creando una tablilla, pera la pierna del chico. Le llevé junto a su madre que me entregó a cambio un colgante de plata. Le pregunté como se llamaba y me dirigí al tendero.

Tras comentarle que el colgante me había sido entregado por la señora Lágrima, me lo cambió por una lata de gasoil. Volví al montacargas y lo llené de gasoil. Por fin, nos elevábamos hacia el monasterio.