CORONAVIRUS

Factor K: por qué es importante saber dónde nos contagiamos

CRISTOBAL CASTRO

Se estima que el 80% de transmisiones de COVID-19 puede ser producido por un 10% - 20% de los casos, procedentes, principalmente, de aglomeraciones.

La COVID-19 puede propagarse de forma muy distinta entre la población. Mientras que algunas personas puede infectar a cientos, otros podrían no transmitir nunca la enfermedad. Además, la mayoría de las transmisiones parecen estar relacionadas con eventos concretos o supercontagiadores. Conocer al detalle este comportamiento del virus, aunque conlleva un duro trabajo, puede ser clave para evitar bloquear todo un país, como ha pasado con los confinamientos generales producidos en todo el mundo.

Durante la primera ola de la pandemia, se hizo común hablar de R, o número reproductivo, con el cual se pretendía medir en promedio cuántos contagios pueden producirse por cada persona infectada. Por ejemplo, si una persona infectada contagiaba a tres personas, estas contagiarían a tres más, y así sucesivamente, tal como se comporta la influenza. Sin embargo, la COVID-19 no se comporta como una gripe común. Un estudio publicado por la revista Nature o investigaciones como la de la London School of Hygiene & Tropical Medicine revelan que unos pocos enfermos son responsables de gran parte de los contagios. De hecho, se considera que un 80% de las transmisiones se han producido tan solo por un 10% - 20% de casos.

Eventos masivos, los responsables de la elevada transmisión

Para saber si el ritmo de una infección es de un tipo u otro, los científicos usan el factor de dispersión K. Cuanto menor sea este factor, más transmisiones se producen en aglomeraciones. Y, según un trabajo realizado por el Centro para el Modelado Matemático de Enfermedades Infecciosas ( (CMMID, por sus siglas en inglés), el K del coronavirus puede ser tan pequeño como un 0.1, menor incluso que el SARS (0.16) o MERS (0.25), y mucho menor que la gripe (1).

Este parámetro, que ayuda a entender la transmisión en agrupaciones, ha sido muy útil porque puede ayudar entender por qué la COVID-19 llegó antes a unos lugares que a otros. Numerosos estudios, como el de la Universidad de Berna en Suiza o uno publicado en Nature, señalan a los eventos masivos como los culpables de los contagios.

Es necesario conocer los clusters para actuar bien

Un término que también ha ganado relevancia en este intento por entender el comportamiento del coronavirus ha sido el de clusters, que es como se denomina a los grupos en los que se originan los contagios. Conocer más sobre estos podría contribuir a mejorar las políticas para frenar la epidemia y reorientar la forma en la que los casos son rastreados. Porque ir al origen del brote sería una buena estrategia para cortar las cadenas de contagios.

"Intentar encontrar la fuente de la infección da más posibilidades de identificar un cluster", explica Mirjam Kretzschmar, profesora de dinámica de enfermedades infecciosas en la Universidad de Utrecht, en El País. "En este rastreo hacia atrás debes identificar los contactos que un caso confirmado ha tenido hasta dos semanas antes de dar positivo". Esta técnica es especialmente difícil por la rapidez que exige, destaca, ya que, si pasan más de tres días desde la aparición de síntomas hasta el test y aislamiento, el rastreo dará pocos frutos.

Miguel Hernán, catedrático de Epidemiología en la Universidad de Harvard, afirma que, en España, este rastreo al revés puede ser "una de nuestras mejores armas" porque "un buen sistema de rastreo es de las mejores inversiones económicas, para saber qué actividades son más o menos seguras y hacer cierres muy selectivos", en lugar de paralizar gran parte del país.