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Una mujer fallece de cáncer sin que el médico le conceda ni una cita
Sonia Sainz-Maza empezó a sentirse mal en abril y la familia denuncia una deficiente atención en Primaria, que se realizó siempre por teléfono.
Sonia Sainz-Maza Zorrilla falleció el pasado 13 de agosto con 48 años a causa de un cáncer de colon, aunque su familia denuncia que ha sido otra de las tantas víctimas invisibles de la pandemia. "Mi hermana se moría al otro lado del teléfono y Sanidad nunca le tendió la ayuda que necesitaba", denuncia Lydia, su hermana pequeña, en una columna que escribió para El Correo de Burgos. El médico de cabecera del Centro de Salud de Espinosa de los Monteros no le dio una cita presencial y cuando consiguió el diagnóstico, al cabo de tres meses, ya era tarde: "Hemos perdido nuestros derechos sanitarios".
Se hizo eco de esta historia el líder del PSOE de Castilla y León, Luis Tudanca, que en su cuenta de Twitter expresó que conocer este caso "conmueve y remueve" y que "esta no es la sanidad pública que merecemos y necesitamos".
En abril se produjo la primera llamada
Según declaraciones de Lydia posteriores al mismo medio, el 17 de abril Sonia llama a su médico del Centro de Salud de Espinosa de los Monteros porque siente un fuerte dolor en la pierna izquierda a la altura de la ingle y había perdido cinco kilos en unas semanas. Ahí comienza el calvario. Las llamadas telefónicas se suceden porque el dolor va en aumento, se encuentra cansada todo el día, sigue adelgazando y la medicación no le sienta bien. Pero el doctor rehúsa verla presencialmente. "Su médico pudo verla en unas cuantas ocasiones, por distintos motivos, pero no consideró oportuno explorarla. Nunca la tocó. Nunca la mandó tumbarse en la camilla. No debía arriesgarse a un posible contagio. Cayera quien cayera", critica.
La hermana de Sonia también destaca la inmoralidad de las consultas telefónicas: "Por teléfono es difícil percatarse de que una persona se está consumiendo. Y por teléfono parece que tampoco es posible empatizar", escribía.
Le reprocharon que acudiera a urgencias
El 18 de junio logró acudir a una cita con el traumatólogo del Hospital Universitario de Burgos (HUBU). Pero el especialista la despachó alegando que los traumatólogos no ven "lumbociatalgias", mismo diagnóstico que había hecho el médico de cabecera, y la derivó al rehabilitador, que le dio cita para marzo de 2021.
Al salir de la consulta, desesperada porque los dolores no remitían, acudió a Urgencias en el HUBU, donde la mandaron a casa con una "tendinitis músculo isquiotibial". Dos días después se presentó en Urgencias del Hospital de Cruces (Bilbao), donde la atención fue peor, le volvieron a diagnosticar lumbalgia y pusieron duda que hubiera perdido siete kilos. Dos visitas inservibles en las que, además, "le llegaron a reprochar que acudiera en mitad de la pandemia".
Llega el diagnóstico, pero ya era tarde
Después de tanto insistir a su médico de cabecera, este pide una analítica para el 9 de julio. Cuatro días después, la paciente vuelve a llamar a su doctor para pedir los resultados y, al verlos, le dice que debe ir al hospital porque probablemente necesitara una transfusión al ver una anemia grave, ya que muchos de los marcadores estaban alterados. Ese mismo día acude de nuevo a Cruces para quedarse ingresada. Entonces, al fin le dan un informe con todos los síntomas reflejados. En los días posteriores le confirman las malas noticias. Los médicos le dicen que padece un cáncer de colon con metástasis y Sonia ya no vuelve a salir del hospital. Fallece el 13 de agosto por diferentes complicaciones derivadas de su grave afección.
Después del sufrimiento, la familia de Sonia ha presentado quejas en atención al paciente y se ha puesto en contacto con un abogado para conocer las posibilidades de denunciar lo que consideran una deficiente atención en Primaria que luego se agravó con su paso por el especialista del Hospital Universitario de Burgos.
Porque, si bien Lydia sabe que la enfermedad de su hermana era muy grave e igual no habría sobrevivido mucho más allá de agosto, actualmente aún podría estar viva si el diagnóstico hubiera llegado antes y se le hubiera podido administrar un tratamiento adecuado: "Se dejó perder un tiempo precioso, crucial, que quizás, nunca lo sabremos, hubiera alargado su vida". "Mi hermana no aparecerá en ninguna estadística, pero sin duda ha sido una víctima de la COVID. Y también lo ha sido, cuánto me duele, de quien nunca debió llevar una bata blanca", concluye.
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