Nairo Quintana salva el honor
El colombiano ganó la etapa reina y asciende al séptimo puesto, a 3:54. En la lucha por el Tour, Bernal recortó 32 segundos y Alaphilippe superó otro día.
Nairo Quintana ganó la etapa reina. Un triunfo de prestigio, que sólo compensa en parte el batacazo que se ha pegado en el Tour de Francia, por segundo año consecutivo. Entonces, como ahora, volvió a casa con una victoria, pero lejos en la general. El colombiano ya puede presumir de su tercer triunfo en la Grande Boucle, y el Movistar no se irá de vacío. Pero detrás de este éxito queda un regusto agrio, porque se esperaba mucho más de los telefónicos, un asalto de Mikel Landa al podio. Y se quedó en amago. Esa misma decepcionante sensación dejó la jornada, con tres colosos alpinos desaprovechados. Sólo Egan Bernal pegó un mordisco a la clasificación de 32 segundos, pero Alaphilippe salvó el maillot amarillo un día más. Y ya resta menos: en concreto, dos llegadas en alto.
El estratega que todos llevamos dentro analizó el perfil de la etapa reina, con tres puertos encadenados, los tres por encima de los 2.000 metros, tres colosos alpinos: Vars, Izoard y Galibier. Frente a ese escenario imaginó que se iba a formar una escapada numerosa de salida, como así ocurrió, y pensó que la mejor opción era meter dentro a Nairo Quintana, que salía de Embrun a 9:30 minutos en la clasificación y todavía podía resultar molesto. Nairo, efectivamente, cumplió su parte de trato, se infiltró junto a sus compañeros Verona y Amador, y se dejó llevar en el grupo de 34 fugados hasta situarse a dos minutos del maillot amarillo virtual.
Con ese panorama, el estratega supuso que el Movistar iba a endurecer la carrera en el Izoard, y acertó. Marc Soler puso un fuerte ritmo al frente, hizo una criba de escuderos. El siguiente paso, cantado, era un ataque de Landa o Valverde, ambos a cinco minutos del líder. El daño se hace desde lejos. Los kilómetros fueron cayendo, el grupo de aspirantes se fue reduciendo, la ventaja de los fugados fue bajando… Pero el ataque anunciado no se produjo. Ni Landa, ni Valverde. O no había piernas, o erró la táctica. Después de la etapa explicaron que habían visto flojear a alguien.El caso es que cuando se coronó el Izoard, los telefónicos no habían terminado de mover el árbol, no cayó ningún fruto maduro, y encima le habían hecho el favor a sus rivales de rebajar tres minutos a Nairo y de dejar su ventaja en cinco minutos. Un despropósito. Todo muy raro.
Aún quedaba el Galibier. Y la esperanza. El estratega que llevamos dentro había imaginado ahí a un grupito exclusivo de líderes dándose caña, o bien persiguiendo a Landa. Pero el Movistar ya había cedido las riendas al Ineos y el guion cambió por completo. La fuga volvió a abrir espacio y Nairo se implicó en la lucha por la etapa. Atacó en el coloso alpino, pasó por la cima en solitario y se marchó hacia un reputado triunfo, que sabe a menos cuando tu objetivo de partida era ganar el Tour. Ya es séptimo, a 3:54, aunque su reincorporación a la general quizá llega demasiado tarde. El honor, eso sí, queda limpio.
En otro plano estaba la lucha por el Tour, con mucho miedo en los aspirantes. Esa ventana de igualdad inicial, con seis ciclistas metidos en 2:14 minutos, se volvió en contra del espectáculo, porque todos se ven todavía con opciones, y nadie quiere arriesgarlas. Egan Bernal probó a dos kilómetros de la cima. Luego saltó Geraint Thomas, sin coherencia. ¿Adónde iba si su compañero estaba haciendo camino? El colombiano avanzó, menos de lo esperado por culpa de ese movimiento. El galés, no. Por detrás le echaron el guante todos menos uno: Alaphilippe se había descolgado. Ya escribimos ayer que los descensos también corren el Tour. Y fue ahí donde el francés, como un cohete, atrapó a los retadores y hasta los intentó remachar. Otro día salvado para Alaphilippe. El milagro está más cerca. Sobre todo si te tienden una alfombra hasta París.