¡Así, así, así gana el Madrid!

Lo que pintábamos como un simulacro de partido, ese que se disputó contra la lógica, se convirtió en una de las mayores gestas blancas en la historia de la Copa de Europa, la de ayer, hoy y siempre. ¡Así, así, así gana el Madrid! Apenas unas horas después de conocerse el positivo de Hanga, el octavo en la plantilla en diez días (Laso y siete jugadores), el equipo abrazó la madre de todas las victorias (71-65) y no la soltó frente a su mayor ogro continental, el CSKA. Lo hizo sin Heurtel, Núñez, Causeur, Hanga, Yabusele, Randolph y Poirier, enfermos con COVID, y sin Alocén, Abalde y Thompkins, lesionados.

El Madrid tenía seis integrantes de la primera plantilla, incluido Vukcevic y el tocado Rudy, pero qué seis. ¡Y qué tres júniors! Sediq Garuba, Urban Klavzar y Baba Miller, el 18º, el 19º y el 20º canterano, respectivamente, en debutar con los mayores en la era Laso, aunque fue Chus Mateo el que les dio la alternativa y el que gestionó de manera impecable los recursos disponibles (cinco victorias de cinco con él en el banquillo en este 2021 en ausencia de su jefe).

El Madrid construyó el éxito sobre un estado de ánimo, al que le llevó ese gen competitivo que tiene marcado a fuego y que le impide rendirse pase lo que pase. Alzó el triunfo, que tuvo casi valor simbólico de trofeo, en un guiño al inolvidable Torneo de Navidad, aupado por Tavares, un pilar incólume, que acabó con 15 puntos, 10 rebotes, 4 gorrazos y 28 de valoración. Y que acabó sin camiseta celebrándolo con la grada tras 35:38 en pista y un derroche fenomenal. Determinante como la eficacia final de Williams-Goss, que leyó los aclarados, penetró por la zona y aledaños e insufló aire a un bloque asfixiado con sus 17 tantos, 6 rechaces y 5 asistencias. Y Llull, también extenuado, aguantaba la bola y embocaba alguna de sus mandarinas para terminar felicitado por un Spanoulis de visita en el Palacio. Todos a una atrás, con Rudy colosal de nuevo como falso pívot. Frenó a Shengelia en algún desajuste, batió a Kurbanov en el cara a cara y reboteó y renqueó a la par debido a una sobrecarga muscular en la pierna derecha. Ahí andaba Taylor, mostrando templanza defensiva y una imagen ochentera cinematográfica: cinta de pelo amplia y pelo a lo afro, muy a lo afro.

La defensa de Garuba y la puntería de Klavzar

La actuación blanca resultó fabulosa, empática. Arrancó con un 11-0 que estiró hasta un 17-3, una salida de tacos magnífica ante un rival algo relajado, que quizá se había relamido antes de tiempo, sintiéndose lobo feroz frente a un cordero desvalido. Y quizá algo desamparados sobre el papel andaban los cachorros blancos, pero salieron a morder, a gozar de la oportunidad. Garuba, alero, tuvo momentos atrás excelsos y el base esloveno Klavzar aciertos vitales (10 puntos con 5 tiros), 17 años ambos.

Dimitris Itoudis echaba llamaradas por la boca en el banquillo, no quería ni responder a las preguntas del descanso, y eso que el CSKA ya viajaba por delante: 37-40 después de un parcial previo de 4-19. Había surgido Clyburn y se manifestaba la fatiga local justo cuando Tavares se iba al banco con una herida en un dedo. Parecía el final del camino, no lo fue, ni por asomo. Apenas el principio de uno de los capítulos más épicos, que ya es decir, del que llaman Real en Europa. Uno que remató dejando en 10 pírricos puntos en el último cuarto al bloque armado del Ejército Rojo, que se lio en la madeja merengue y no pudo pasar por encima con dos pívots frente a uno. Tampoco hubo factor Clyburn en el desenlace porque lo anuló Williams-Goss. La víctima propiciatoria llevaba, no se sabe bien cómo, una guadaña escondida. Hazaña histórica.