Asoma el drama del lockout: ¿qué pasa si no hay temporada NBA?
La NBA se enfrentaría a un futuro muy delicado si los jugadores optan por no ir a Orlando. Las franquicias tienen la potestad de romper el actual convenio colectivo.
Después de que las franquicias apoyaran el regreso de la temporada 2019-20 de la NBA por abrumadora mayoría (29-1, solo los Trail Blazers votaron en contra), el sindicato de jugadores (NBPA) aprobó por un rotundo 28-0 ese plan de Adam Silver: habría partidos, se jugarían sin público en el complejo de Walt Disney World y 22 de los 30 equipos participarían en una concentración que primero se definió como campus blando y acabó en burbuja muy estricta: 10 días de cuarentena para cualquier que saliera de sus límites, familias solo a partir de la segunda ronda de playoffs...
Eso no gusta a los jugadores, un disgusto al que se suman el miedo a las lesiones y al propio coronavirus y el poco interés de los que forman parte de equipos que irían sin aspiraciones de ser campeones a Orlando. A todas esas dudas se ha unido, finalmente como gran causa, la lucha social por la igualdad y contra la brutalidad policial que sufren los ciudadanos afroamericanos en Estados Unidos. De todo ese caldo de cultivo salió, ayer, una reunión con más de 80 jugadores en la que se planteó la opción de no ir a jugar a Disney World. Un boicot sobre la mesa que tiene como líder a Kyrie Irving, vicepresidente del sindicato, que hace ocho días votó a favor y apenas expuso dudas como las anteriormente citadas en la reunión previa a la toma de esa resolución favorable. Pero al cambio de opinión del base de los Nets se están uniendo cada vez más jugadores. Seguridad sanitaria y lucha social forman un cocktail que puede poner en jaque de verdad el regreso de la NBA. ¿Se dan las condiciones para jugar realmente? Si es así, ¿sería lo más conveniente hacerlo? ¿La temporada sería una plataforma para expresar esa implicación social o una distracción para minimizarla? De la resolución de esas dudas por parte de muchos jugadores puede depender que finalmente se pueda terminar o no un curso que parece definitivamente maldito.
Aparece la larga sombra del lockout
Kyrie concentró a más de 80 jugadores en una llamada a la unidad... y a la rebelión. Cree que no hay que jugar y aseguró (según Shams Charania) que estaba "dispuesto a arriesgarlo todo". Otras grandes estrellas, con LeBron James a la cabeza, prefieren acabar la temporada, mantener viva la NBA y seguir haciendo su labor social en paralelo.
Los jugadores tendrán que decidir en conciencia, pero con la certeza de lo que implicarían sus pasos: si el suficiente número decide no jugar, la temporada no se retomará. En ese caso, todos los expertos en el entramado laboral de la NBA creen que solo habría una hoja de ruta. La Liga activaría la "razón de causa mayor" a la que puede acogerse por la pandemia del coronavirus y daría por roto el convenio colectivo. A eso seguiría un cierre patronal, el temido lockout que pondría en jaque, de entrada, la temporada 2020-21. Y abocaría a franquicias y sindicatos a la negociación de un nuevo convenio, el alma de las relaciones laborales en la NBA y el eje que establece el reparto de beneficios sobre el que se basan los salarios y las condiciones y normas de los contratos. Todo saltaría por los aires.
Hasta ahora, Liga y sindicato han ido negociando los plazos de posible aplicación de esa "causa de fuerza mayor" (en este caso, la pandemia) o la congelación de un porcentaje de los sueldos de los jugadores para ir ahorrando en caso de que tocara cubrir pérdidas masivas. Se hablaba de un agujero que podría llegar a los 2.000 millones de dólares si no había finalmente temporada. La NBA genera unos beneficios, en el momento más lucrativo de su historia, de unos 8.000 millones al año. El valor de las franquicias se ha disparado a un promedio de más de 1.900 millones, y el salario medio de los jugadores supera los 7 millones. Una bonanza basada en la expansión internacional, la percepción de la NBA como una Liga joven, dinámica y plural y unos nuevos acuerdos que han multiplicado los ingresos de forma exponencial. El cambio de Adidas por Nike para vestir a las franquicias dejó 1.000 millones por ocho años, una subida del 245%. El actual contrato televisivo es de 24.000 millones por nueve años (2016-25). Pagan Turner (TNT) y Disney (ABC, ESPN). La media anual es de unos 2.700 millones. En el anterior acuerdo apenas raspaba los 930.
El convenio estipula qué parte de los ingresos obtenidos directamente por la actividad del baloncesto (entradas, merchandising, televisión, patrocinios directos, restauración...) va para las franquicias y cuanto se llevan los jugadores. Ese desglose del BRI (Basketball Related Income) es la llave de las relaciones entre patronal y sindicato en la NBA y quedó establecido en el último convenio en torno al 50% para cada colectivo. Según los precedentes y las proyecciones de ese BRI se establece el salary cap, el dinero que cada franquicia puede gastar durante una temporada en salarios: 109,1 millones la pasada campaña y 116 previstos para la próxima que serán ya sin duda unos cuantos menos (como mínimo). En la temporada 2015-16 (y este dato explica la explosión de la NBA en los últimos años) ese salary cap apenas superaba los 70 millones. La nueva inyección de dinero de las televisiones permitió que los sueldos se dispararán a máximos hace no mucho inimaginables.
El actual convenio, por cierto, caduca en el verano de 2024, aunque ambas partes, propietarios y jugadores, podrán romperlo un año antes, al cierre de la temporada 2022-23, siempre y cuando anuncien que lo van a hacer antes del 15 de diciembre de 2022. Ahora surge otra sombra, la de esa fuerza mayor a la que pueden aferrarse las franquicias si finalmente no hay más partidos este verano. El plazo para aplicar esa ruptura unilateral era de 60 días desde que paró la temporada (11 de marzo) pero NBA y jugadores acordaron una prórroga que mantiene activa esa posibilidad hasta septiembre. Si las franquicias creen que la situación económica provocada por esta crisis hace imposible mantener las condiciones fijadas en al actual convenio, lo romperán. Es así de sencillo.
Incluso sin lockout, el futuro es incierto. No hay forma de saber cuándo volverá el público a las gradas y el sindicato ha filtrado que cree que toda la temporada 2020-21 se podría disputar sin aficionados. Eso supone, según los cálculos que se han hecho en las últimas semanas, la pérdida del 40% de esos ingresos directos (BRI) que pasarían de 8.000 millones a unos 4.800. El salary cap de las próximas temporadas podría caer por debajo de los 100 millones si jugadores y franquicias no negocian medidas que suavicen el impacto económico de esta crisis para ambas partes.
El último convenio, que entró en vigor en 2017, se acordó con negociaciones que no necesitaron lockout, un tremendo éxito social para la NBA. Pero en 2011 el cierre patronal dejó la temporada regular (empezó en Navidad) en 66 partidos por equipo, 16 menos de los 82 de una regular season convencional. En ese acuerdo cedieron mucho unos jugadores que hasta entonces se llevaban un 57% del BRI. Todavía se recuerda también el lockout de 1999, que dejó la regular season en solo 50 partidos por equipos, sin All Star Weekend y con fecha de inicio en el 5 de febrero, cuando la sombra de la cancelación total ya era muy alargada. Hay mucho en el aire. Los jugadores decidirán en conciencia y las estrellas que sí quieren jugar tratan de hacer ver al resto las consecuencias catastróficas que podría tener un nuevo cierre patronal. Sobre todo para (en la NBA hay unos 450 jugadores) aquellos con contratos más bajos y menos margen económico para sostener un pulso a las franquicias. Pero algunos creen que las condiciones sanitarias no son las óptimas. Y muchos que la situación social obliga a hacer cosas que no son jugar al baloncesto. Los próximos días, por lo tanto, serán decisivos.