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La Silla de Felipe II y la metaescalada de Sharmatico

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La Silla de Felipe II y la metaescalada de Sharmatico

Dicen que en la Silla de Felipe II nunca llegó a sentarse el monarca para supervisar la construcción del monasterio de El Escorial. Hoy, posiblemente, el rey de la escalada mundial sea el californiano Chris Sharma, pero tampoco ocupa el trono de esta historia que, de rebote metonímico, gira alrededor de él y al movimiento generado en torno a una de las rutas turísticas más famosas de la Comunidad de Madrid (enclavada a tan sólo 50km de la capital, en el bosque de La Herrería).También, aunque con menos fama e independiente al fenómeno milagroso de Alberto Ginés, es una de las zonas de boulder más atractivas de la Península Ibérica, con más de 850 bloques, que llamó incluso la atención a varios de los aperturistas de Fontainebleau (Francia), la que muchos consideran la mejor zona de esta disciplina por su arenisca muy fina, rodeada de un precioso bosque frondoso. Ahora, posiblemente, la noticia radica en que decenas de jóvenes sigan acudiendo a la Silla de Felipe de madrugada no para hacer botellón, sino para para ir cargados de peso con sus crashpad (colchonetas para evitar lesiones en las caídas), focos de luz, cepillos, magnesio y comida con el fin de completar proyectos de escalada (que pueden durar años de vida) por los bloques de granito autóctono (compacto y redondeado), desde 2 metros de altura a grandes tsunamis de hasta 6 metros.

Los respetados aperturistas de la zona, allá por la década de los 90, David Periñan alias Davilo, Jorge Tost, Iván Luengo o Héctor del Campo se frotan los ojos con el movimiento que ha surgido casi tres décadas después. Un grupo de escaladores, denominado Sharmatico, y formado por Jimmy, Sergio (Soren), Marcelo, Acres, María, Álvaro, Ana, Kike y Oskar, lanzó un canal en Youtube con la intención de dar a conocer todas las vías de la Silla Felipe II. En menos de un año ha sobrepasado ya las 150.000 reproducciones y se encuentra ahora en un momento álgido con la apertura de un rocódromo en Moralzarzal (Madrid). Sin el presupuesto, ni la pretensión, ni relación alguna con la cadena de rocódromos de Chris Sharma (tres en España con una previsión de ingresos de unos cinco millones de euros en 2022), el fenómeno Sharmatico podría definirse algo así como la 'metaescalada’, donde el boulder trasciende más allá de lo puramente terrenal. “El nombre de Sharmatico nació por un bloque de la Pedriza, ubicado en el sector del Laboratorio. No por nada en concreto, sino porque nos hacía gracia ese bloque que, por cierto, no llegamos a hacer (7B). Su dificultad radica en un paso a campus (donde hay que sostenerse solo con la fuerza de los dedos de las manos, sin apoyo alguno para los pies) donde hay que estar tan fuerte como Chris Sharma”, explica Jaime Izquierdo Blanco (26 años), fotógrafo, SEO y dueño del rocódromo junto a María Fernández de Tejada (31 años), aparejadora que dejó su trabajo como jefa de obra para embarcarse en este proyecto de altura, como cuando están a seis o siete metros del suelo escalando sin cuerda (con la concentración y confianza de que una fuerza dentro de sí les hará dar ese último impulso para completar la vía, y ponerse a salvo).

Jimmy y María, en el rocódromo Sharmatico de Moralzarzal (Madrid).

Sólo en la Comunidad de Madrid hay 36 rocódromos (uno para cada 184.000 personas). “Yo alucino, no lo he visto en mi vida esto y más después de la pandemia. Creo que se ha perdido el respeto por la montaña”, dice un escalador cincuentón y pedricero desde el afterclimb chill de Sharmatico. El auge de la escalada va más allá de las 284.406 licencias federativas de 2020. “El bloque es una disciplina que la dificultad de la escalada se basa en muy pocos movimientos. La única seguridad que tienes es caer en una colchoneta crashpad, en bloques que miden de un metro a ocho. El rocódromo permite ponerte más fuerte de cara a esas salidas a roca, que nada tienen que ver con lo que te encuentras en esas salas inmensas, donde ha crecido mucho el perfil de usuario de la escalada indoor. Antes los rocódromos locales eran como una manera de entrenar de cara a la montaña y tomarte tres cervezas después de entrenar. Esa es la esencia que buscamos aquí, como aquellos viejos garajes convertidos en rocódromos, pero fabricando un centro de reunión cultural en torno a la escalada”, subraya Jimmy. Son unos enamorados de los grandes proyectos. Los que requieren mucho tiempo, esfuerzo, muchos pegues y meditación para no venirse abajo. Un día estaban grabando sin más pretensión que disfrutar las vías ‘Kun Fu Panda’, ‘Hola a la Ola’, ‘5 kilos de patatas’ o ‘Esguinzofrénico’. Hoy organizan un proyecto de vida, Sharmatico, en el que están demostrando ser más fuertes que el mismísimo Chris Sharma…

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