Decía Voltaire que el verdadero valor consiste en saber sufrir, pero puede que el más trascendental sea aguantar y poder contarlo, cosa que no pudo hacer, por ejemplo, el japonés Kokichi Tsburaya, que se quitó la vida el 9 de enero de 1968, casi cuatro años después de que el británico Basil Heatley le arrebatara la medalla de plata en la maratón olímpica de Tokio en 1964: vivió y se entrenó durante aquellos años siguientes torturándose con sus pensamientos y creyendo firmemente que fue un fracaso aquel bronce porque decepcionó a todo Japón. La retirada de Simone Biles, que ganó cuatro oros y un bronce en los Juegos de Rio 2016, ha puesto en relieve estos días la importancia de la salud mental incluso para esas supermujeres y esos superhombres deportistas, a los que siempre dibujamos desde los medios con adjetivos grandilocuentes sin dar cabida a la simple normalidad: de la épica al fracaso parece no haber lugar para el término medio. En una sociedad que fomenta la rivalidad y el individualismo, puede que el valor más genuino de un deportista no sea ya sólo aguantar y contar ese sufrimiento, sino llegar a mostrar sus debilidades y compartirlas. Romper tabús. Eso es lo que viene haciendo desde hace unos meses Sandra Piñeiro (Orio, 24 de junio de 1996), remera del Club Remo Orio Arraunketa Elkartea, que el pasado 16 de julio publicó el libro ‘Remando en la oscuridad’ (Editorial Punto Rojo Libros, 2021) donde comparte su lucha contra la anorexia. “Es un trastorno mental que acaba teniendo consecuencias físicas. Castigándome con la comida conseguía hasta disfrutar, pero llegas un momento que pierdes el control. Yo llegué a pesar 52 kilos hasta que pedí ayuda. Ahora trato de visibilizar este problema y otros como el de la amenorrea (pérdida del ciclo menstrual) porque como mujer y deportista de alto rendimiento hay carencias. La mujer se introdujo dentro del deporte relativamente hace poco y muchas veces los entrenamientos son iguales que los masculinos, pero con menos carga. Yo, por ejemplo, llevo sin ciclo desde 2017, también asociado a mi trastorno, pero una cuestión para tener en cuenta a nivel fisiológico en el mundo del deporte”.
Hace justo dos veranos, Sandra Piñeiro protagonizó una preciosa historia que tituló la ETB como “La remera sin remo” y sirvió de inspiración para muchos psicólogos para resaltar la importancia del trabajo en equipo. Durante la celebración de la séptima prueba de la Euskotren (liga de traineras) de 2019, en la regata Orio Kanpina Bandera, la remera gallega demostró que una buena actitud puede transformarte de víctima a protagonista. “Al hacer la ciaboga se rompió el tolete, parte del remo y un trozo de la barca. En ese momento, tiro el remo roto y cojo el de repuesto, pero a la hora de colocarlo me doy cuenta de que no tengo dónde”, explicó en su día la primera remera de estribor de Orio. Tras unos segundos de disgusto, cuando se da cuenta de que no puede remar y que supone un peso extra para la trainera, entiende que la frustración se puede convertir en energía positiva porque el equipo necesitaba que mantuviera la posición y se balanceara como sus compañeras, pero sin remo, para que toda la embarcación mantuviera el ritmo y el equilibrio. Ganaron la regata y al final del año la Euskotren. Ese era el sueño de Sandra Piñeiro cuando cambió Boiro por Orio (720km de distancia): conquistar la competición más importante del país (ya lleva dos), ganar la Bandera de la Concha y completar el grado de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte. Los conquistó todos, pero pasó mucho tiempo remando en la oscuridad. “El remo no es sólo un deporte. Es una cultura. Cada pueblo costero lo vive de una manera increíble, lleno de banderas y ese ambiente no se vive en otros sitios de España. En Euskadi, por ejemplo, lo que ponen en televisión los sábados por la tarde y los domingos por la mañana competiciones de traineras. Incluso hasta la gente te reconoce por la calle. Todo esto no significa ni que sean mejores ni peores, sino simplemente diferentes”, detalla esta deportista gigante que le tocó un tiempo caminar un tiempo con pies de barro. Pese a que el remo no es un deporte que dé para vivir económicamente de ello, Sandra consiguió compatibilizar su sueño deportivo y laboral en Orio; pese a que las traineras no sean tan mediáticas como el fútbol, Sandra sentía el cariño y admiración de todo un pueblo de más de 7.000 habitantes; pese al aparente éxito que tod@s creían ver desde fuera, Sandra se sintió en la oscuridad hasta que pidió ayuda a ACABE GIPUZKOA (Asociación Contra Anorexia y Bulimia de Familiares y Afectados de TCA). “Mucha gente cataloga este tipo de enfermedades como de segunda. La gente no entiende muy bien lo que estás pasando. No es una cuestión de que viera mal mi cuerpo sino una tortura provocada con el tema de la comida por el perfeccionismo. Le das la mano a tu cabeza y te empieza a coger el cuerpo entero. Cuando más metida estás en el agujero te das cuenta de que tú no eres eso que te has convertido. Las primeras señales fueron cuando tomé algo tan normal como la comida como foco de un problema. Pensar en las calorías las 24 horas del día. Por desgracia estamos mandando un mensaje negativo a la sociedad con tantos influencers de vida sana que te meten en la cabeza ideas como salir a hacer ejercicio porque el día anterior te pasaste un poco con la comida. Tu cuerpo no es un número y la relación que debes tener con la comida es la normalidad porque es una necesidad vital que tenemos todos los humanos. Por eso para salir de un trastorno así hace falta una recuperación multifactorial, donde participe un psicólogo, un médico y preparadores físicos”, subraya.
La historia de esta mujer se remonta al Club de Remo Cabo de Cruz, en su Boiro natal. “Me gustaban todo tipo de deportes y era bastante bruta. Con diez u once años probé con el remo y me enganchó. Antes jugaba al voleibol, pero mi madre me hizo elegir entre los dos deportes por el tema de los estudios”. Las traineras reproducen los botes usados tradicionalmente por los pescadores del Cantábrico para maniobrar alrededor de bancos de peces. La rivalidad entre localidades pronto se dirimiría en regatas a remo. Al principio fue un deporte de hombres y luego llegaron las mujeres, que se encajaron en la bancada con las mismas ganas y sufrimiento que los chicos. Se trata de un deporte tremendamente exigente para músculos como el dorsal, redondo mayor, deltoides, trapecio o bíceps braquial, porque la pala debe sumergirse lo menos posible, pero sin asomar por encima del agua para mover a toda velocidad una trainera con un peso mínimo de 200kg y una eslora máxima de 12 metros (una embarcación de este tipo ronda los 40.000 euros de precio). Así durante 2.778 metros. “Dicen que un club de remo es incluso como una secta. Son muchas horas y muchos días a la semana haciendo vida juntas. Te obsesiona mucho”, cuenta Piñeiro, que encontró en el remo una familia y un deporte de equipo: “Aquí no valga que tú individualmente seas un crack. Tiene que trabajar todo el mundo, pero siempre en equipo. Si quieres destacar individualmente, te vas a una modalidad individual de banco olímpico”.
"No me planteo estirar mucho más la cuerda con el tema del libro. Ha llegado a quien tenía que hacerlo y siempre se podrá ver en forma digital. No voy a marcarme una Belén Esteban y vivir de esto toda la vida"
“Cuando empiezas siendo una niña empiezas con bateles, que son cuatro personas y patrón; luego pasas a trainerilla, que van seis personas y un patrón; y acabas en la trainera, que son 13 remeros y un patrón. Cuando llegas a las traineras luego el entrenamiento de agua se reduce a un 30% porque son temporadas muy largas, de 10 meses y medio Entrenamiento de agua, un 30% de agua. Las temporadas son muy largas. 11 meses y 10 meses y medio, con muchas horas de gimnasio, ergómetro, carrera, fortalecimiento y core”, detalla. En 2016 pasó de club Cabo de Cruz al de Riveira. “Fui con un par de compañeras, Natalia Tubio y Alexandra López, junto a Sandra Sánchez y fueron dos años bonitos, pero difíciles por la dificultad económica que suponía tener el equipo de traineras”, recuerda. Fue entonces cuando llegó la llamada de Orio. “En principio iba a hacer solo las prácticas de Ciencias de la Actividad Física y del Deporte, pero me llevé un 2x1. Hablé con el director deportivo. Un 2x1. De primera mano hablé con el técnico deportivo, Rafael Gonzalez de Txabarri; y luego con el entrenador, Santi Zabaleta; y el que era presidente por aquel entonces Ibon Huegun”. No sabemos si en un futuro la llegarán a nombrar hija adoptiva de Orio, pero en el presente ha recibido un inmenso cariño y apoyo de todo el pueblo una vez publicado este primer libro donde desgrana sus sentimientos, emociones y situaciones a las que se ha enfrentado luchando contra la anorexia. “No me planteo sacar otra edición o estirar mucho más la cuerda con el tema del libro. Ha llegado a quien tenía que hacerlo y siempre se podrá ver en forma digital. No voy a marcarme una Belén Esteban y vivir de esto toda la vida. Mis sueños ahora pasan por disfrutar con mi equipo y mi gente porque en los últimos años no lo hice como me habría gustado”, responde con nobleza y tozudez, como buena vasca de adopción. Lleva por bandera el lema “el último en rendirse gana”. Pedir ayuda y visibilizar un trastorno también es un auténtico triunfo y el verdadero valor.
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