Hace 50 años era uno de los rostros más reconocidos de la televisión gracias al programa ‘Las diez de últimas’, de Televisión Española, o ‘La Actualidad Española’, con Félix Rodríguez de la Fuente o Miguel de la Quadra-Salcedo. Alpinista, abogado, periodista, académico de la Real Academia de Doctores y socio de honor de la Sociedad Geográfica Española. Con casi 40 libros escritos, el currículum de César Pérez de Tudela (16 de junio de 1940) es casi imposible de resumir. Presentarse en su casa de Torrelodones para matar el gusanillo de plumilla de antaño, de los que enciende una grabadora convencido de que la transcripción merecerá la pena, era un aliciente. También el de contarle a mi hija que iba a entrevistar a un tipo que vio al Yeti, como el de la película Smallfoot, proporcionaba a la jornada cierto tinte de épica paternal. La idea era transcribir la charla con el personaje para que pudiera interesar tanto a los que saben que tenía ante mí al ‘Di Stéfano del alpinismo español’, como para los que no saben ni lo que es un piolet. Puede que fuera una aventura demasiado ambiciosa, y de alto riesgo, en tiempos de la dictadura del clic. Pero decidí hacer caso al niño que llevo dentro. Unos días antes del encuentro, el pasado 23 de junio, había escalado el Espolón Manolín, en el Pico de la Miel. Llegué con una vistosa herida en mi codo para lucir ante un entrevistado que ha visto demasiadas veces la muerte de cerca. Pensé que podía ser una buena manera de romper el hielo.
César, ¿cómo se presentaría ante alguien que no sepa quién es usted?
El alpinista que ha tenido más sucesos. Realmente la vida es una colección de sucesos. Si nunca te pasa nada, ¿para qué estás aquí? No sé si es para vanagloriarme o condenarte.
No sé si hablar con usted de periodista a periodista, como abogado, como alpinista, como formador de emergencias y Protección Civil…
Ahora estoy hecho un lío, no podemos presumir ya (sonríe). Murió Salvador Rivas, no sé si te suena. El sábado tiran las cenizas y tengo que decir algo. Fue un tipo extraordinario. En su vertiente académica como botánico y en su vertiente como alpinista.
El objetivo de esta entrevista es transcribir esta charla y que quede dibujado un perfil suyo sin que yo retoque, quite, añade o adorne mucho con mis palabras…
Soy el alpinista que más ha salido en los medios. Ahora están saliendo otras generaciones y las cosas no son como han sido antes. Son diferentes. En el AS yo he hecho seriales de capítulos sobre alpinismo.
Mire, he venido preparado y me he traído el primer ejemplar de AS, publicado el 6 de diciembre de 1967. Dedicábamos por aquel entonces una página entera al alpinismo, observe… (le enseño la página)
Joder, sí. Fíjate. Qué foto más bonita. Voy a coger las gafas. Mira, están el Culebras; el Tino, que murió en las Buitreras; Ezequiel; Moisés Castaño; Carlos Soria; Jaime García Ors; Repiso; Fernando Martín, que murió en una expedición conmigo en Tierra de Fuego; Agustín Fox; Paco Ursán, que escaló conmigo el Fraga y que nos quedamos colgados toda la noche de un buril... Qué bonita la foto.
¿Qué ha cambiado en los medios de comunicación?
(Fija su mirada en la portada del primer número de AS). Mira, nuestro amigo Santana. Antes decían, mira: “Santana es al tenis lo que Tudela al alpinismo”. Santana fue una bomba. Aquí estamos, a tu disposición.
Le preguntaba qué ha cambiado en los medios de comunicación desde que usted fuera un fenómeno en los medios…
Mi tema es curiosísimo, porque surgió el interés a través de televisión. Luego empezaron a ocurrir sucesos como el rescate de los dos que estaban colgados en el Naranjo de Bulnes, Arrabal y Lastra. Toda una serie de sucesos que tenían a la gente muy interesada.
¿Por qué esa atracción por el montañismo en televisión?
Era algo nuevo que los medios daban. La gente no es tonta y decía: “Esto sí que es serio, aquí muere la gente. Esto es un deporte, sí, pero en el que te matas”. Fue un acontecimiento curioso. Yo quería repartir juego: hablar de uno y hablar de otro. Pero en los ámbitos empresariales del periodismo no interesaba que yo hablara de otros, tenía que ser yo el que hablara. Era el único que interesaba.
¿Usted sólo?
Sólo existía el alpinista de la televisión, que era yo. Entonces ser el alpinista de la televisión traía muchas envidias.
¿Por qué cree que le eligieron a usted? Compartía pantalla con personajes de diversa índole en aquellos años 70 en Televisión Española: Pedro Carrasco, Ángel Nieto, Nino Bravo…
Mira, ahora que mencionas a Pedro Carrasco y Ángel, fueron los más grandes en sus respectivos deportes. Yo no sé darte el porqué de mi salto televisivo. Quizás yo era más hablador que otros; quizás analizaba más el suceso. A ver, yo era de los mejores entre los más activos. Pero no interesaba nadie más que mi personaje y eso generaba envidias.
Tengo por aquí una famosa definición de un periodista de la época sobre usted: “Es polémico pero indiscutible”. ¿Por qué era polémico?
Ah, sí, sí (sonríe)… Si yo tenía que decir una cosa, la decía muy claramente. Hacía lo que yo creía oportuno. Hasta hace poco sabía el nombre de este periodista, pero ahora no me sale, siento no recordarlo ahora. Era de los pocos periodistas que alguna escalada hizo. Espera que lo voy a buscar en un libro mío (se levanta de su asiento para buscar un libro entre los cientos que tiene en su despacho).
Era muchísimo más famoso que, por ejemplo, Jesús Calleja ahora, ¿no?
Ese sí que es listo, un tipo muy inteligente (sonríe). No hace mucho le escuché en una entrevista hablando sobre mí. A mí me hacían antes muchas entrevistas, en radio y televisión. Mira, ahora me bien el nombre del periodista al que te referías antes: ¡Gilabert!
¿Se ha dado cuenta con el paso de los años de que en alguna de esas polémicas que protagonizó estuvo equivocado?
Yo estuve enfadado con la Federación Española de Montañismo, donde fui directivo, pero ya sabes, por salir yo en la prensa se enfadaba hasta el presidente. En cuanto yo opinaba, se producían titulares. Había gente famosa, como Lastra y Arrabal, que murió a pesar de ser rescatado. Me acuerdo de una portada de AS en la que yo decía: “No me compare con Lastra”. Escribía Julio César Iglesias, un tipo muy bueno. Escribía bien y profundizaba bien en cada una de las actividades deportiva de las que escribía. Yo en esa entrevista decía que no me comparan con Lastra porque “para mencionar lo que yo he hecho necesitaría un libro y él con un cuadernillo tendría suficiente” (risas). Ya estaba ahí la polémica…
¿Pero la buscaba a propósito para mantener su papel de provocador?
A ver, yo había escalado muchísimo más que Lastra y en vez de callarme pues decía estas cosas. Ahora no cometería estos errores.
¿Seguro?
No lo sé (risas). Yo podía ser un poco provocativo, pero sin ninguna intención (vuelve a levantarse a por otro libro).
Veo que sigue escribiendo cosas muy interesantes en su página web.
Ahora escribo yo en Facebook. Los años pasan y ahora me encuentro muy torpe. He sido de los personajes entrevistado por los más famosos entrevistadores. Si Bobby Deglané era un entrevistador de radio de lo mejor, no me entrevistaba una vez sino varias veces. Hasta el Loco de la Colina, que ha sido el último cronológicamente. He sido muy imitado también por humoristas importantes desde el Pedro Ruiz este hasta por otros mucho más.
“Carlos Soria decía hace muchos años: 'Yo no soy como tú, yo huyo de los periodistas'. Fíjate, ahora le encuentro muy presumido".
¿Le sentaban mal las imitaciones que le hacían?
A veces me causaban sorpresa. No me sentaba mal, mira aquí tengo alguna caricatura como las del Jueves (me las enseña). No quiero desviar el tema, veo que tienes tu idea bien planteada. Mira, para mí esto es un tesoro (me enseña unas medallas de su escritorio). Esta insignia del grupo de Socorro de Montaña, donde yo fui presidente. Esta fue del grupo de Montaña del Club Alpino Guadarrama. Esta de la escuela alpina más antigua de Italia. Esta era de profesor. Esta es de actual guía de alta montaña. Es de esto de lo que puedo presumir. Yo sinceramente lo he tenido todo, he de reconocerlo. He sido el alpinista que más apareció públicamente, como cuando una vez en un cómic de Zipi y Zape decían sobre subirse a una litera: “Sí, pero tenemos que pedir consejo a Pérez de Tudela”.
Ahora en los medios se habla mucho de Carlos Soria, con 82 años…
Tiene mucha gracia porque toda la vida me criticaba a mí y me decía: “Joder, tú siempre sales en los medios” (suelta una pequeña carcajada). Recuerdo cuando había muerto en el Everest de Ameigo y me decía: “Yo no soy como tú, yo huyo de los periodistas”. Ahora no tiene mucho que decir ni hacer porque lleva 12 tentativas para subir un pico que ahora sube la gente, con menos calificación, porque Soria ha sido un buen alpinista. Con Soria había amistad, pero en los últimos tiempos le encuentro muy presumido. A ver, tiene buenos motivos para ser presumido. Ahora los ochomiles no son nada, porque sube gente muy desconocida, pero con 82 años que tiene sí es meritorio. Ahora no es como a él le gustaba. Ahora llevas cuatro sherpas que te abren el camino y cuando está todo lleno de cuerdas, subes. Ha cambiado mucho el tema. Ahora el himalayismo está muy bajo de cotización. Coño, el Espolón Manolín por ejemplo es más difícil.
Bueno, para un principiante como yo es halagador oír eso, pero creo que, sin tener mucha idea yo de alpinismo, está exagerando demasiado…
No, es que habrá infinidad de gente que ha subido ahora al Everest y no serían capaces de subir al Espolón Manolín. Es la verdad con el himalayismo. Otra cosa es ir poniendo los pies y un yumar. Pum, pum. Ya con la huella abierta, para meter el crampón y el campamento montado. Pero si vas al Espolón Manolín es otra historia.
¿Por qué sólo interesa a nivel mediático el ochomilismo?
Es un error en el que el culpable es el periodismo. Las montañas más altas de la tierra: has subido tú y los que han puesto las cuerdas. Antes el alpinismo era bueno porque lo que hacías, lo hacías tú. Si te ayudaban, era sólo un 25% por ciento como mucho. Aún hay alpinistas que se van a montañas desconocidas, sietemiles interesantes y otros que no se han podido adentrar. El ochomilismo vende.
El ochomilismo vende como vendía usted en los 70 en Televisión Española, ¿no?
Sí, es así.
¿Ahora que alpinistas le gustan? Dígame algunos nombres…
Hombre, ahora el número es tan elevado y tan alto, que es difícil. Tú lo habrás visto con tus amiguetes cómo escala la gente. Eso no ocurría antes. Si antes estábamos 20 en el mundo de la escalada, éramos sólo esos 20.
¿Cómo hacía en su época las crónicas sin portátil ni teléfono móvil?
Yo fui el primero que llevé teléfono vía satélite. Villapalos y Jose María García lo pidieron luego inmediatamente. Era un recurso estupendo. Tener un teléfono vía satélite. Recuerdo que sólo la antena pesaba 60 kilos. Ahora hay teléfonos vía satélite que pesan lo de un teléfono móvil. Recuerdo además que, a los dos minutos de estar en la llamada, se cortaba y había que reiniciar todo el proceso de orientar la antena y tal… Ese era un procedimiento. Pero normalmente, con más frecuencia, cuando venía de mis expediciones es cuando elaboraba el reportaje. Era lógico. Ya perdía porque una cosa era reflejar la emoción de cuando estás subiendo a unos días después.
Claro, cambia de perspectiva y sentimientos.
Sí, en mis tiempos era así. Yo lo redactaba a la vuelta. Ayer vi una carpeta, que no había visto yo, de mis crónicas cuando escribía yo. Hacíamos las crónicas Rodriguez de la Fuente y Miguel de la Quadra.
¿Cómo eran De la Quadra y Rodríguez de la Fuente?
Miguel era un tipo estupendo. Él era amigo de la ‘Diez de últimas’. Fue el que le dijo al realizador: “Hay un tío muy interesante y me presentó”. Me dijeron en TVE: “¿Quieres usted participar en un concurso?”. Yo vivía en Barcelona porque era inspector de Policía (saca unos recortes de prensa de la época y paramos de nuevo la charla).
¿Es cierto que vio al Yeti o fue un cuento del Barón de Cotopaxi (alter ego narrativo de Pérez de Tudela)?
Aquel atardecer con la linterna te digo que podía ser el Yeti o no podía serlo. Yo siempre he dudado porque el título del Yeti fue del editor es muy listo y fue el que lo pone.
¿Qué creyó ver?
Un tío peludo, alto… Tú coges una linterna y alumbras a un gato y sus ojos brillan. Eso me ocurrió a mí con aquel personaje. Yo escribía en el Ya, que era el periódico de más tirada de todo el país (vuelve a sacar unos recortes de Prensa).
Mire, titulares con la Marcha Verde (alcanzo a leer en uno de los titulares de unos recortes que me está enseñando del periódico Ya).
Como periodista me gustaba cubrir temas importantes, también estuve en la Guerra del Vietnam.
Retomemos por dónde íbamos. ¿Con qué calzado se subía el Naranjo de Bulnes durante su época?
Con bota dura y doble.
¿Cuándo evoluciona el calzado en el mundo de la escalada?
En los años 72 ó 74 empieza el pie de gato. No con goma cocida, pero empieza las cletas que se llaman. Una bota ligerita con una pastilla de una suela famosa que ahora no me sale el nombre. Tengo mucho por ahí, pero si me pongo a buscarlo estoy perdido (volvemos a interrumpir la entrevista para buscar otros recortes de Prensa por su despacho).
¿Se licenció antes de Derecho o en Periodismo?
Soy de la promoción del Rey, me licencié antes en Derecho que en Periodismo. El Rey no hizo más que ir a clase en los últimos cursos…
Ah, creía que me iba a decir en los últimos días…
No, estuvo en las academias militares y pasó para terminar su formación en el mundo del derecho, pero el Rey se lo tomaba un poco a chirigota.
¿Le gusta el Derecho?
Me gustaba más antes. A medida que vas dejando las asignaturas más fundamentales y a medida que se mete en el derecho procesal, que es un rollazo. Me fue gustando la carrera hasta el final. Yo argumentaba bien en derecho. En aquellos tiempos había pocas leyes. Ahora es un maremágnum de leyes, por eso se especializan. Luego empecé con el Periodismo y pensando que me iban a convalidar mucho, pero luego no me convalidaron nada. Había mucho titulado en la vieja Escuela de Periodismo que quería licenciarse.
¿Cómo le daba la vida para hacer tantas cosas?
Es cierto, nunca he perdido el tiempo. Siempre he estado estudiando, escribiendo, haciendo gimnasia, yéndome a escalar… Perder el tiempo nunca lo he perdido. Para mía escalar era la esencia de mi existencia. La escalada en roca no digamos. La escalada en hielo es más camelístico.
¿Le veían en la facultad de Periodismo como el raro?
En parte sí. Pedro Rodríguez era famoso. Por aquellos tiempos o estabas en lo deportivo, o en el ámbito político. Era mucho más famoso Félix Rodríguez de la Fuente que Pedro Rodríguez, por ejemplo.
Hoy en día el Periodismo y el Derecho sí que son profesiones de alto riesgo…
Ahora nada, está muy difícil. En mis tiempos había titulitis. Mira a Jesús María Amilibia, que trabajaba en la barra de un bar y se hizo periodista en el periódico Pueblo. Fíjate ahora en Sálvame, hay pocos periodistas titulados. Y a la empresa le importa tres cojones que estén titulados. Lo que quieren es que den buena opinión.
Ahora se abusa demasiado de la opinión y vemos poco análisis, ¿no cree?
Los tiempos de hoy son de pena.
¿Sigue viendo la tele y escuchando la radio?
Sí, yo siempre estaba con programas de radio.
Hasta hace poco estaba con Juanma Rodríguez en Al Primer Palo, ¿no?
Lo dejé porque me venía muy mal de horario. Era un tipo muy curioso Juanma.
Sí, de la people de Goles. Yo le escuchaba mucho por aquellos tiempos y, sobre todo, cuando hacía el mediodía de Cope. Me encantaba…
Me sorprende, le escuchaba mucha gente. Es un personaje.
Antes era muy de radio, ahora ha cogido mucha fama por El Chiringuito y su papel de madridista…
Sí, la gente dice que es como muy partidario del Madrid. Como diciendo que no es objetivo.
¿Se ha abusado en el periodismo del forofismo?
Aquí somos muy partidarios del forofismo. Juanma, por ejemplo, seguirá siendo personaje, porque tiene opinión y es valiente. Yo creo que eso a la gente le gusta. En mi caso, le gustaba cómo respondía yo. ¿Para qué vas a falsear tu situación? Yo he vivido profundamente el montañismo. He escrito treinta y tantos libros, unos buenos, otros regulares y otros flojos. Las editoriales si sabes que vas a vender, te publican todo. Ahora tengo un libro que tiene seriedad (empieza a enseñarme).
¿Cuáles son los libros suyos de los que está más orgulloso?
(Vuelve a levantarse hacia la montonera de libros que tiene a dos metros de sí para enseñarme cada uno de los libros por los que le pregunto). El Lama Milarepa, Memorias de un alpinista, Cinco montañas solo y ¿Era necesario morir? Dicen del ciclismo que se sufre mucho, y es verdad. Pero en el único deporte en el que te puedes matar es el alpinismo. Todo eso, el riesgo de la montaña y el sufrimiento del alpinismo es lo que nos llama la atención. No dices a tus amigos: “Vente y disfruta en el monte”. No. Vas, las pasas putas y luego te sientes orgulloso de cómo lo has pasado.
Cuénteme cosas de La Pedriza. ¿Le digo a mi colega que podemos subir El Pájaro sin pies de gato?
He escalado con bota dura y con abarcas, la de los pastores. Las vías eran distintas las que hacíamos por aquellos tiempos. Tenías que encontrar fisuras donde empotrarte o chimeneas donde abrirte. La placa no la puedes usar hasta que llegan los pies de gato, donde la adherencia es esencial. La Pedriza es uno de los lugares del mundo más curiosos. Esas rocas tan lisas y bonitas en parte. Me ha encantado La Pedriza y durante un tiempo yo creía que El Pájaro era mío. Fíjate qué disparate…
Se metía con la moto hasta El Pájaro, eh…
Joder, qué broncas. “Tudela, cabrón, aquí venimos a escuchar los pajaritos, no tu moto”, me decían. Ahí tengo la moto, en la parte de atrás de mi casa. Fueron una serie de días y me di cuenta de lo que significaba para los demás. Ahora no, la bici te la ponen encima de la vía.
¿Cómo ve ahora La Pedriza?
Ahora han puesto horario y limitaciones: he ido muy poco. Aquello parece una oficina. El tema de la Pedriza y la escalada te endurece y psicológicamente te hace fuerte. Pero tenemos riesgo de que hay accidentes. Cuanta más gente, más accidentes. No hay vuelta de ajo.
"Me acuerdo un día que me crucé con Aznar y me dijo: 'Mira, toca aquí qué fuerte estoy' Hacía una barbaridad de dominadas con Lombao".
De accidentes y muertes usted puede hablar con conocimiento de causa. Ha vivido muchas, hasta la de su primera mujer en el Himalaya…
Lo de Elena fue en Hindu Kush en agosto del 1970.
¿Cómo se repone un ser humano a ese trance?
Joder (se queda unos segundos pensando). No tengo inconveniente en decir que soy un sufriente y yo he sufrido situaciones duras. Situaciones tensas y dramáticas. La muerte de Elena es un capítulo de mi vida importante. Pero Fernando Martín muere también en una expedición mía, en donde el bloque de hielo le cae en la cabeza a él en lugar de a mí. Vamos bajando y cayendo por el precipicio. Era un tío muy grande y se le daba bien la televisión. Hay unos instantes que vamos cayendo los dos. Ahí nos quedamos. Yo consigo meter una clavija porque si él seguía cayendo, yo también. Estuve ahí dos días y dos noches hasta que se muere y digo: “Tengo que salvarme como sea, soy padre de familia”. Eso influye mucho.
Sorprende que ya con hijos decidiera asumir esos riesgos…
Te acuerdas mucho. Estoy recordando una entrevista que hice a Fernando Garrido en la Aconcagua y me había dado una bolsita de almendras mi hija Paulita y arriba eché mano de las almendras, perdidos de la realidad, lo que me ata a la vida son las almendras de mi hija.
¿No pensó alguna vez que todo el riesgo que asumía tal vez no merecía la pena?
Ahora que tengo la misma edad que nuestro amigo Carlos Soria es cuando estoy rememorando sucesos que me han ocurrido, desde confundir a una piedra con un soldado. Ahora me estoy dando cuenta las vivencias que he tenido. Pero otro otro lado soy muy filosofo y estudioso de la vivencia, que es lo que caracteriza al humano. Soy muy orteguiano. En ese sentido soy más rico que otros y también más sufriente. Digo: “Qué barbaridad”. No sé si ahora lo haría. Las últimas veces que he subido al Naranjo he pensado: “Coño, ahora estoy mucho más alto”. Pero en realidad es la percepción del riesgo. Durante la pandemia, un año prácticamente, he subido poco a la montaña. He descubierto algún problema de tipo neurológico y ahora me cuesta mantener el equilibrio. Mantener la cabeza tranquila cuando todo a tu lado es cabeza perdida dice Kliping. Ahora no basta agarrarte… A veces para entrenarme, subes a Peñalara por la parte de las lagunas, donde hay farallones rocosos, que es por donde tú puedes trepar, y al final está la cornisa. Entonces me ha ocurrido que subo en solitario, lo más difícil es tercer grado, pero ahí mismo he perdido… Lo cual hay que pensárselo. Puedes estar subiendo un tercero, pero si te caes, te matas.
¿Cómo lleva el paso del tiempo y ver que el cuerpo ya no responde como lo hacía antes?
Mi mayor mérito es hacer la prenorte del Eiger, durante muchos años era una terrible escalada. Ahora diría: “¿Me costaría meterme?”. Hasta hace poco, te diría que sí. Pero ahora no sé si lo haría. Había gente como Rivas, por ejemplo, que se casaba y no varía su ritmo como escalador. Eso era infrecuente. Hay periodos de tu vida que el riesgo lo tienes muy lejano. Oyes que Menganito se ha matado, pero no lo ves.
¿Se considera inmortal?
Ahora digo, joder: cómo no me va a pasar? Me tenía que haber pasado. En Monte Olivia me caí 300 metros por el hielo. Iba subiendo y decía: “Esto se ha complicado”. A ver cómo bajo de aquí, llevaba una cuerda de 30 metros, con algunos anillos y clavijas. Llegué a la cumbre y bajé descuidado y de pronto un resbalón. Joder. Pierdes el conocimiento. Me quedé sentado en un montón de nieve. He tenido sucesos inverosímiles.
Como sufrir dos infartos en la montaña…
Y un cáncer últimamente. Los infartos fue uno en el Everest y otro en a 6.000 metros de altura. En ese sentido, soy rico en experiencias.
¿Ninguno de sus cinco hijos le decía: “Papá, deja de jugarte la vida”?
Marta me decía que le daba mucho miedo cuando volaba en parapente, porque decía que yo era muy malo. Los hijos influyen, sí. Qué duda cabe. En mi casa el material de alpinismo ocupaba mucho espacio.
Hablando de parapente, me viene a la cabeza el programa de Al Filo de lo Imposible en el que Carlos Suárez bajó del Naranjo en parapente…
Ese sí que es un personaje. Porque además es un tío sencillo como él solo. En los últimos tiempos no aguanto ni una conferencia de los alpinistas porque no me cuentan nada interesante. Leer las revistas de alpinismo no encuentro ningún relato interesante. Carlos Suárez es bueno como escalador en roca, bueno como persona y valiente exagerado. Yo le decía: “Carlos, no jodas, no te pongas el traje de alas ese de vuelo”. Ahora no lo hace y me alegra que no lo haga. Es un tío bueno, bueno… Ha aprendido a psicoanalizarse. No escala por escalar. Cuando he coincidido con él en ciclos de conferencias, es con el único que me quedo a escucharle. El resto no me cuentan nada diferente, pero él sí.
Menos mal, le he sacado un nombre propio, que antes no quiso darme ninguno.
Es que el Carlitos es un punto y aparte. Le deseo lo mejor en todos los terrenos. Fíjate yo con dos carreras, académico y todos los honores, en cambio me he enlozado en este mundo del alpinismo, del riesgo, del sufrimiento… Pero él se dedica a esto en cuerpo y alma. De vez en cuando te encuentras algún personaje como estos que merece la pena.
¿No le vienen nombres a la cabeza que me pueda dar de esos que le impresione?
Déjeme que me piense a ver si me responde la memoria.
¿Qué tipo de entrenamiento hacía usted cuando era joven?
Yo he sido un poco maniático del entrenamiento. El fin de semana escalabas y cuando el tiempo era bueno, te escapabas cuando podías. Ahora los que se dedican a la escalada, escalan todo el día durante ocho horas. La diferencia es enorme. Hacía gimnasio, sí. Pero era otra historia
¿Cuántas dominadas se podía hacer en sus buenos tiempos?
El que las medía era Aznar, joder. Le entrenaba el Lombao, que era campeón de jabalina. Me acuerdo un día que estaba esperándole en el Casino de Madrid, me encontré a Aznar y me dijo: “Mira, toca aquí qué fuerte estoy”.
¿Aznar?
Sí (ríe). A él le salían 100 dominadas al día o a la semana. No recuerdo cómo era el asunto, pero era una barbaridad. Hace tres o cuatro años se murió el Lombao.
Hablando de más personalidades. Hábleme de lo que enseñó usted al actual Rey, Felipe. Usted dirigió los primeros pasos de su Alteza Real por las rocas y caminos de algunas montañas de España: Picos de Urbión, Candanchu, La Vera, Montañas de Zamora…
La otra educación del príncipe Felipe. Podría contar mucho más. Le enseñábamos a abrigarse con la vegetación, a prender un fuego cuando todo está mojado, a subirse a una roca… La verdad es que era un buen chico. Muy obediente. Cuando yo le enseñé todo eso fue entre los 8 y 12 años, antes de que se fuera a Canadá
¿Se acuerda de usted?
Sí, es curioso. Tengo una sobrina, que es conservadora en el Monasterio de El Escorial, y la presentaron en un acto con los Reyes como Almudena Pérez de Tudela, luego Felipe preguntó si tenía algo que ver conmigo. Recuerdo esas reuniones con los niños y contarles cómo era pasarlas putas en la montaña.
Pero además del sufrimiento físico, pasarlas putas es estar al frente de una expedición, como las que comandó en 1990 y 1992 al Everest y organizadas por la Universidad Complutense, y comunicar la muerte a sus familiares…
Joder, sí (se detiene un par de segundos). Lo pasé muy mal en el Everest cuando en el Everest muere Rafael Gómez Menor y un sherpa muy engreído y casado con una japonesa. Yo era el jefe de la expedición y hay que comentar a los padres de Rafal Gómez Menor que su hijo ha muerto. Hay gente elegante y gente con resignación. Luego en otra ocasión me acuerdo de otro episodio en Peña Olvidada, que estaba con los huérfanos de la Policía Nacional, y la Guardia Civil me pidió ayuda porque hubo un accidente grave. Recuerdo yendo hacia el cementerio y me cogió un señor por banda. Menos mal que iba con un tío grandón, porque si no, me mata. Me decía que yo era el culpable de la muerte de su hijo porque se había aficionado al alpinismo y que eso era una barbaridad. Hay reacciones tan distintas…
¿Y cómo se duerme con eso?
No hago demasiado caso a lo que me dicen. Como aquel reportero, Carlos Cela, que me dijo: “¿Cómo tú estás vivo y el resto que van contigo mueren?”. Mira, conmigo no ha muerto nadie. Conmigo murió Elena por edema cerebral, pero no se conocía por aquellos tiempos lo del edema. He vivido situaciones duras, he vivido una vida intensa y muchas subidas.
Pero debe ser una mala experiencia que venga un padre a culparle de la muerte de su hijo. Su vida es interesante porque, mejor o peor, la sigue contando. Pero cuando ya no la puedes contar no hay más vuelta de hoja…
Ves, en ese terreno me he mantenido bastante ausente. Una vez hecho, está hecho. Una vez narrado, ya está. Honradamente, he vivido una vida llena. No he subido ningún ocho mil, intenté el Annapurna en solitario y me libré por la onda expansiva de una avalancha que me tiró por el glaciar.
¿Por qué se vino a Torrelodones a vivir?
Llevo más de 20 años aquí. He volado en parapente y es una asignatura interesante también. El miedo que pasas. Esos conceptos emocionantes que sacas en la vida, yo le saqué mucho partido. Vine porque a la semana me escapaba tres o cuatro días a entrenar, escalar, esquí de fondo… Yo he sacado mucho partido filosófico al alpinismo. Ahora lo que me sorprende en los últimos 15 años ese este movimiento de escaladores por todos los lados…
"Un día me abordó un padre al que se le murió su hijo en la montaña. Me quería matar. Me decía que yo era el culpable porque se había aficionado al alpinismo"
Mire a Fernando Simón…
Un tipo curioso este. Empezó a ir al rocódromo de Joaquín Colorado, discípulo mío. El tío me gusta.
El deporte, sea cual sea, se centra mucho sólo en el que gana, no en el que pierde o fracasa…
El fracasado tiene mucha historia. Es que esto del alpinismo tiene mucho sustratum. Y eso es lo interesante del alpinismo. No es el que hace el 9B después de intentarlo muchas veces. Cuando fui al Cerro Torre, me interesaban muchos los problemas de la escalada, pero a mí eso ahora no me interesa. A mí me interesa la sensación del miedo y qué sensaciones te produce. ¿Qué quiero yo con 82 años? Pues querría bajar en parapente por el Fujiyama, porque es un invento cojonudo. Es un avión de tela que llevas en la mochila y lo tiras. Yo organizaba los viajes de montaña de mi colegio de abogados. Quería subir y aguantar y salir volando para contarlo. Para contarlo, me lo cuento antes a mí mismo.
Ese ejercicio de retrospección al escribir, ¿no?
Tú hablas el mismo idioma que yo, está muy bien planteado. ¿Cómo se te ha ocurrido hacerme una entrevista? Ni siquiera Juanito Oiarzabal ha tenido tanta prensa como tuve yo. Pero, ¿ahora? No suelo recibir muchas visitas y pensé: “No estoy tan arrinconado”.
Quería alguien que me diera buenos titulares, a ver si hacen clic…
A mí me reconoce la gente mayor. Me conocían los mayores de 40, pero otras edades ya no me conocen…
Pues fíjese, entonces sí que estoy practicando un deporte de riesgo, porque no veo a mucho octogenario pinchando aquí ni tíos como yo de 37…
Pues pensaba que tenías muchos menos.
Bueno, la edad engaña mire usted mismo o Carlos Soria, parecen mucho más jóvenes de lo que marca su DNI…
Me parece que Carlos Soria últimamente se ha engreído mucho.
Bueno, dejemos mejor el capítulo de Carlos Soria, que ya me ha hablado de él.
Tampoco quiero genera polémica, en absoluto.
Me interesaba de usted, por ejemplo, episodios como el que protagonizó en el Peñón de Gibraltar. Me habría encantado vivir esa época y narrar ese intento de acometer la escalada por la dificilísima cara nordeste, a 426 metros sobre el nivel del mar. Una pared prácticamente vertical que, a partir de los 30 metros, el plano comienza a alcanzar los 90 grados en sus tres cuartas partes…
Ahí las pasé putas.
Acabó con el fémur partido en dos y 26 horas esperando el rescate desde 400 metros.
Ahora que estoy con ese libro de experiencias. Fue una escalada con mucha prensa. Mira, ahí está la portada del ABC. Hay otros que no les ha pasado nada. Han ido a escaladas muy difíciles, pero no les ha pasado nada. Yo he buscado otra vertiente. En ese sentido estoy orgulloso de mi protagonismo.
Entiendo.
Me ha sorprendido tu visita. Por cierto, ¿ahora qué tira más el As o el Marca? Yo me acuerdo que AS fue una revolución en mi época con el huecograbado…
Ahora hay una crisis importante con el tema del papel.
Oye, y qué suerte tuviste tú al encontrar trabajo de periodista, ¿no?
Sí, a veces cuando haces las cosas de corazón, como esta entrevista, pues tienes suerte.
Pues mira en el archivo porque estuve en muchas páginas de AS. Y en AS Color también hay algo.
Qué curioso, esto va a ser para As Color, pero en Internet.
Yo siempre he escrito con máquina de escribir. Ahora soy un torpe. Me ha atropellado la evolución tecnológica. Ese bicho (señalando al móvil) no lo domino nada.
Por último, si estuviera activo en el mundo del periodismo. ¿Qué le gustaría hacer?
Hablar bien de mis amigos (risas).
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