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Asier de la Iglesia, el gigante de Zumárraga que visibiliza la Esclerosis Múltiple

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Asier de la Iglesia, el gigante de Zumárraga que visibiliza la Esclerosis Múltiple

Dice que sólo en la pista sacaba su lado ‘oscuro’. Le gustaba discutir con los árbitros y con quien se pusiera enfrente. Vaya paradoja. Donde más tenía, sobre el parqué, con una muñeca privilegiada y 1,99m de altura (2,03 con zapatillas), era donde más se lamentaba. “El mejor partido que hice en mi vida fue un partido contra el Guipuzkoa Basket, de ACB, en un amistoso en el que no hubo cámaras para grabarme. Jugué 18 minutitos y me entraba todo. A lo mejor mi carrera hubiera sido diferente de haber tenido un video de eso”, recuerda Asier de la Iglesia (Zumárraga, 1983), que vivió del baloncesto durante 11 temporadas en la Liga EBA y Plata en el Ordizia-Basoa Banaketak, Aloña Mendi, Iraurgi, CD Estela, A. B. Castellón, CAB Cartagena y Atlético San Sebastián. Sus dos últimas temporadas en EBA promedió 16,1 puntos, 12,3 rebotes y 26,4 de valoración. Una barbaridad. Por las cifras y por las circunstancias. Con 29 años le diagnosticaron esclerosis múltiple y durante cuatro años no le llamó nadie para jugar en la EBA, pero cuando regresó firmó esas estadísticas ya con la enfermedad (en la 17-18 y 18-19). “De los 19 a los 30 mi trabajo viví del baloncesto. Era mi trabajo por más que digan que eran ligas semiprofesionales, porque en ellas ganaba más dinero que con cualquier otro trabajo. De un día para otro me quedé sin trabajo y sin ingresos”, recuerda. Le diagnosticaron un 43% de discapacidad y estuvo tres años trabajando en una fábrica como jefe de líneas de montaje con personas con discapacidad. “Desde el primer día no me cambió la forma de ver la vida. ¿Para qué me iba a poner a llorar si no íbamos a arreglar nada? Sabía lo que había visto antes: gente en silla de ruedas o gente con bastón. Es una enfermedad degenerativa. Nosotros dentro de nuestra casa tenemos un cableado eléctrico que mandamos señales de apagar o encender las luces. Eso es lo mismo en la cabeza. Tenemos nervios/cables que manda a nuestras partes del cuerpo señales: mueve la pierna derecha, cierra los ojos, levanta el brazo, sentir calor o frío… Nuestras defensas, que son las que usamos para que mate las células malas, lo que hacen es matar ese cableado”, explica.

Dice que con las personas que más ha aprendido son las que peor se encontraban con la enfermedad. “O con personas con enfermedades mucho peor que la Esclerosis Múltiples como es el caso de la ELA, que son para quitarse el sombrero porque reciben una estaca y mantienen una actitud bestial. Otras personas, sin embargo, se encuentran perfectamente, pero están quejándose todo el día. El 80% de las cosas no son visibles. Problemas de esfínter, vejiga, sexuales... La gente que tiene enfermedades que pueden llevarlo bien no se tienen que esconder. Yo creo que debo aportar a la gente una forma de conseguir llevar la enfermedad de una manera positiva”, subraya. Es en los momentos más duros, cuando la vida se le puso del revés, como si un entrenador le hubiese puesto a jugar de ‘5’ pero midiendo 1’70, cuando Asier de la Iglesia saca el gigantón estoico que lleva dentro. No esperes a que pase la tormenta, aprende a bailar bajo la lluvia. Con esa mítica frase inició hace dos años una lucha por la visibilidad de la Esclerosis Múltiple y ha recaudado más de 100.000 euros, de los que 60.000 vinieron por la venta de las famosas pulseras azules solidarias con las que se volcó todo el mundo del baloncesto. “No me gusta ser un ejemplo, ni usar la palabra ídolo, porque los ídolos se caen pronto. Prefiero usar la palabra referencia que ídolo”, asevera. “Los vascos por constitución somos bastante brutos, con deportes como levantar piedras o cortar troncos. Tenemos esa imagen. En Zumárraga somos gente de naturaleza”. Jugó en la EBA sin sentir las manos o con problemas de visión que a veces le hacía ver doble. En el verano de 2018 recibió una oferta de un equipo francés, que finalmente se echó por atrás por la Esclerosis Múltiple: “Cuando me pasó lo del equipo francés algunos periodistas me presentaron como el jugador de baloncesto que tenía ELA. La gente no tiene información. Si la gente supiera qué es en realidad la esclerosis múltiple y vieran que hay personas que llevan 20 años sin tener ningún brote con su vida laboral tan normal, no habría tanto miedo”. Pero todos esos problemas no le impidieron llegar a debutar en la Liga Endesa, 2:46 minutos en cancha con el Delteco Guipuzkoa Basket ante el Joventut, el pasado 20 de mayo de 2018; y después, en febrero de 2019, fue invitado con la Selección Española de Sergio Scariolo para preparar un partido de las ‘ventanas FIBA’ de clasificación para ese Mundial que después ganamos.

Dice que fue poco de ídolos en su infancia baloncestística. “Me encantaba Arvydas Sabonis, por cómo se movía con 2,20m. Siempre me he fijado en gente que pudiera hacerlo en la pista como ellos. ¿Para qué fijarse en Michael Jordan si no tienes sus cualidades? Me fijaba más en gente como Felipe Reyes o Garbajosa. Cosas reales. El jugador que más me ha impresionado que haya jugado contra él fue Tiago Splitter en un amistoso contra el Baskonia: era el que más rápido corría con lo pedazo de alto que era. También Andy Panko. Luego Arvydas Macijauskas, que no estuvo mucho tiempo en España, era un espectáculo. Y sin que haya jugado contra él, me impresionaba Llull cuando tardaba un segundo en ir de una canasta a otra. Luego también me impresionó mucho Marc Gasol, que jugué contra él siendo un cadete: llamaba la atención porque midiendo 2,13 pesaría unos 120 kilos. Yo por aquel entonces estaba en la Selección de Euskadi y jugamos un partido amistoso contra ellos, que estaban preparando el Europeo”. El baloncesto le sirvió siempre para salir a flote. Protesta a los árbitros, discute sobre el parqué con los compañeros, pero no se para a pensar en lo que no fue. No es fácil llegar a la élite. Ni si quiera rozarla. Si hubiese crecido en el baloncesto actual, a lo mejor le habrían alejado de la pintura para explotar ese 50% de triples que llegó a alcanzar con el Natra Oñati (2011-12) o el 40% con el Ordizia-Basoa Banaketak (2017-18). Asier de la Iglesia se ha llevado del basket una multitud de amigos y kilos de solidaridad. Por eso recuerda con esa sonrisa que siempre le acompaña y una lengua que no tiene freno a dos de esos grandes amigos que tuvo por el camino: “Aitor de Miguel es de mi pueblo. Jugamos juntos dos años en Azpeitia. Es de mi cuadrilla, de toda la vida. Es un Jamal Crawford de la vida, no llegó más arriba porque era un chuscador: se tiraba 20 triples por partido, que por aquel entonces no estaba bien visto. Luego, en Murcia, me hice muy amigo de Loren González, que ahora está en Calpe. Era pivot, pero me amargó nada más llegar porque yo le decía a mi representante que me retiraba del baloncesto con este tío. Medía 2,06 y pesaba 120 kilos. Sólo me chivaba y me decía que lo hacía todo mal. Al final de la temporada fue con el que mejor me llevaba. Es una de las cosas que te enseña el deporte. La exposición continua ante el resto de tus fallos y las formas que ya no se llevan de gritos, pero que no se entenderían en un trabajo normal, por ejemplo, imagínate una de esas broncas de Laso trasladad en un ambiente de trabajo en una oficina”. Asier se vio obligado a dejar el baloncesto en octubre, aunque fuera de forma amateur (Primera Nacional Vasca) por la pandemia del COVID: “La llaman liga semiprofesional, pero yo no entiendo que amigos míos no puedan abrir un bar o yo no pueda ver a mi sobrino y que estas competiciones se celebren sin unas mínimas garantías, porque el baloncesto es un deporte de contacto. Se ha priorizado competir por el dinero. Tengo ganas de jugar al baloncesto y volverá a jugar donde sea, pero ahora no paso por ese aro”.

Cervezas 'Txispa'

Paradójicamente, aunque no pare de lanzar proyectos en medio de la tormenta, no le gusta bailar. Eso sí, no falta en su lista de Spoty música de Kings of Leon, Billy Raffoul o Revólver. La música suena, aunque algunas personas y empresas se empeñen en apagarla. Eso fue lo que ocurrió con su último proyecto solidario, el de Cervezas Txispa. “Invertí 8.000 euros en el primer momento para el primer pedido. Sacamos la cerveza y para registrarla hicimos una búsqueda y no encontramos nada parecido. Nos llegó una multinacional muy grande diciendo que le habíamos copiado el nombre y el logo, que era igual, aunque no, era mentira. Mi abogado me decía que teníamos todas las de ganar, pero ellos iban a recurrir durante dos o tres años y mientras no íbamos a poder comercializar la cerveza. No salía rentable luchar contra ellos. No soy tonto. Hay que saber en la vida cuándo se pierde y retirarse. Hay gente a la que le quitan lo que tiene soñado y dicen y ahora qué hago con mi vida”. Si a Asier en la cancha le pitan falta en ataque, protesta; pero si una multinacional le aparta de un proyecto vital, se aparta. Ésa es la diferencia entre referencias e ídolos. Los últimos habrían sacado de la chistera algún súper poder para eliminar el ansia lucrativa de esta multinacional e impartir justicia divina. El problema para Asier es que se había metido en tantos “berenjenales” en los últimos dos años (desde que creó su Asociación, se había volcado en su faceta de conferenciante y puso la gran parte de los huevos de su cesta en el proyecto de la cerveza llevando la fábrica a Cuenca) que o, renunciaba al proyecto original de Txispa, en el que ya había vendido 8.000 cervezas y estaba a punto de salir comercializada en supermercados y bares; o se iba a todo al garete por las deudas acumuladas y la perspectiva de una lucha en los tribunales de David ante Goliat ante una multinacional.

“Mi empresa es de economía-social. Significa que en una empresa al uso los beneficios al final de año se los quedaría el dueño, que soy yo, o se reparten entre los trabajadores. En este caso, se reparten en temas solidarios”, puntualiza. Lanzó un crowdfunding para relanzar su nueva marca de cerveza, que si no ocurre ningún imprevisto se conocerá su nombre y comercialización el próximo 15 de mayo. Ya ha superado los 15.000 euros que necesitaba, pero aún quedan varios días para seguir aportando a la causa. Son cinco tipos de cerveza elaboradas artesanalmente en Cuenca (“instalamos allí la fábrica por la calidad del agua”): Ipa, Lager, Lager Reserva, Lager sin gluten y Brown Ale. “Es una cerveza rica y con la que se está ayudando a la investigación. Ese es el camino que toca en este tipo de enfermedades. Podemos seguir tomándonos pastillas para curarnos, pero el camino pasa por la investigación”, sentencia. “En 2008 se donaron 4,5 millones, en el último año sólo 400.000 euros, de los que yo doné unos 100.000, hay que hacer algo. Siempre digo que no soy deportista, soy competitivo, y en el tema solidario quiero recaudar lo máximo posible. Mi objetivo es llegar al millón de euros”, sostiene. Ése es el reto de don Asier de la Iglesia. Como todos, tiene sus maravillosas contradicciones. Nos costará verle bailar literalmente, pero jamás apagará la música, y menos aún con una cerveza en la mano

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