SUPERCOPA DE EUROPA

Estonia: la 'Revolución Cantada', la cadena báltica, el Flora Tallin...

El país báltico recibirá su evento futbolístico más importante con la Supercopa entre Real Madrid y Atlético. Su historia la define la independencia de la URSS.

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Sobre Lituana y Letonia, encima del conglomerado Báltico, separado de Finlandia por un golfo y de Rusia por una frontera de 294 kilómetros se encuentra Estonia, la Estonia de sus puertas medievales y sus callejuelas enmarañadas en la Ciudad Vieja de Tallín, la Estonia de la Catedral de Alexander Nevski y el Palacio y jardines de Kadriorg, la Estonia de las elegantes casonas de colores pastel, tejados triangulares y calles de adoquín. La Estonia, también, que junto a sus vecinas bálticas plantó cara a la decadente Unión Soviética, la que atestiguó su desmembramiento al compás de canciones melancólicas, disidentes, prohibidas, y cadenas humanas. La Estonia que coronará al supercampeón europeo. 

Estonia siempre miró, culturalmente, a las vanguardias, usos y costumbres de Europa occidental antes que a la ortodoxia del 'alma rusa'. Fue territorio danés en el Siglo XIII, la reforma luterana llegó hasta sus templos y Polonia y Suecia se repartieron la nación a trozos desde el Siglo XVI hasta el XVIII, hasta que el imperio zarista anexionó las naciones bálticas, que se independizaron entre el caos desatado por la revolución bolchevique. El Tratado Ribbentrop-Mólotov entre la URSS y la Alemana nazi vislumbró, además del pacto de no agresión entre ambas potencias durante la Segunda Guerra Mundial, la ocupación soviética de las repúblicas bálticas. Bajo manto socialista, Estonia aguardó por casi 50 años con un nacionalismo clandestino e irredento, que encontró en la perestroika de Gorbachov una válvula de escape.

Las reformas políticas y económicas impulsadas desde Moscú llegaron a Tallín, donde el nacionalismo estonio prosperó aunado al ascenso del Frente Popular de Estonia, que acaparó el Congreso tras las elecciones de 1989. Una de las primeras acciones del nuevo parlamento, abiertamente independentista, fue establecer el estonio como lengua oficial del país, aún adscrito a la URSS. Dos años antes, el Partido Comunista permitió una manifestación en memoria de los caídos por la Guerra de Independencia de 1918 en la que los asistentes utilizaron las banderas tricolores (azul, negro y blanco), prohibidas por el Kremlin. El verano de 1988, el verano del nacionalismo estonio, fue el corazón de la rebelión popular, forjada a través de festivales y conciertos. El Festival de la Canción Estona congregó a más de 300,000 personas que entonaron contra el régimen soviético. El activista Heinz Valk calificó las manifestaciones pacíficas, sonorizadas por música rock y viejos himnos de guerra, como 'la Revolución Cantada'.

El país se volcó a sus calles para reinstaurar la democracia, el respeto a los derechos humanos y recuperar su estatus de nación libre. Un halo de esperanza, anhelo, recorrió a las tres repúblicas bálticas, de norte a sur. El 23 de agosto de 1990, millón y medio de personas, según estimaciones de Reuters, formaron una cadena, tomados de las manos a lo largo de 600 kilómetros. Una gigantesca y enternecedora cadena humana que cruzó y unió como un nervio, un cable de libertad, a Letonia, Lituania y Estonia y las capitales de cada nación: Riga, Vilna y Tallín. Los tres países, entrelazados por las manos de sus ciudadanos. La llamada 'Cadena Báltica' llegó a su culmen a las siete de la tarde, hora de la máxima longitud y en la que se había pactado, por medio de sus organizadores, que todos los participantes, sin excepción, tomaran la mano de sus acompañantes a sus costados. El tsunami era imparable.

El nuevo Congreso nacionalista eligió a Edgar Savisaar como primer ministro el 18 de marzo de 1990 y dos meses después declaró la independencia pese a las advertencias de Moscú. El Kremlin no aceptó la secesión y Savisaar negoció con Gorbachov y Boris Yeltsin, entonces presidente de Rusia, una transición pacífica, sin intervención militar como sí ocurrió en Lituania. FInalmente, el 3 de marzo de 1991, un referéndum de independencia arrojó un resultado de 78% a favor de la desconexión con la URSS. El intento de golpe de Estado en contra de Gorbachov aceleró la declaración oficial, promulgada el 20 de agosto. La URSS y la Comunidad Europea la reconocieron y, al cabo de dos semanas, Estonia ingresó a la ONU. La revolución había cantado victoria. Desde entonces, el ascenso estonio no se ha detenido. En 2004, el país ingresó a la Unión Europea y en 2011 aceptó el euro como moneda. Hoy día, Estonia es una nación desarrollada, estable, democrática y pujante. Tiene el 30° mejor Índice de Desarrollo Humano (según el Informe del Programa de Desarrollo de la ONU de 2016), por arriba de países como Catar, Polonia y Rusia, el 99,8 de su población está alfabetizada y su Ingreso Per Cápita está en los promedios de la Unión Europea ($26,000). 

El fútbol en Estonia

La Meistriliiga es el nombre de la liga de Primera División, en actividades desde 1992, el año después de la independencia de la URSS. Se disputa de febrero a noviembre, para evitar, en la medida de lo posible, el crudo invierno báltico. El campeón del torneo, en formato de todos-contra-todos por cuatro partidos y tabla general, tiene derecho a disputar la tercera ronda previa de la Liga de Campeones de la UEFA. El último lugar de la clasificación desciende a la Esiliiga, cuyo campeón aporta al reemplazante en el máximo circuito; el penúltimo lugar de la Meistriliiga disputa una promoción con el segundo clasificado de la Esiliiga por un cupo en Primera.

Bajo yugo soviético, los clubes estonios fueron absorbidos por el sistema de ligas de la URSS. El JK Tallinna Kalev fue el único club del país en incursionar en la Primera División Soviética, al medirse con los gigantes: Spartak de Moscú, Dínamo de Moscú, Dínamo de Kiev, Lokomotiv y CSKA de Moscú. El resto se conformó con disputar la regional Liga de la RSS de Estonia. El club más laureado del país en época de democracia es el FC Flora Tallin, fundador de la Meistriliiga, ganador de 11 títulos de liga y siete Copas, apadrinado por la Asociación de Fútbol de Estonia, que invierte en su cantera como semillero de talentos para el fútbol nacional. De uniforme a rayas verdes y blancas, como el Atlético Nacional de Medellín, tiene el Levadia Tallin como su principal rival y juega como local en el A. Le Coq Arena, el escenario de la Supercopa entre merengues y colchoneros. En la Tallin de la Revolución Cantada y las cadenas humanas.

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