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Un partido que nunca olvidaremos

Si España gana esta Eurocopa, el disputado ante Alemania será recordado como el partido clave. Bravo, áspero, difícil, largo… Entre la lesión de Pedri, en una entrada fea de Kroos que no le costó tarjeta, anuncio del sesgo casero del arbitraje de Taylor, hasta el cabezazo glorioso de Merino, pasaron muchas cosas. Fue primero un partido desbocado, de vaivén, con llegadas a las áreas, más controlado por Alemania, con más remate por parte de España, que contaba con la ventaja de sus dos extremos, Lamine y Nico, amenazas por los costados. Así hasta que llegó el gol, pase de Lamine a Olmo, el sustituto del lastimado Pedri.

Luego Alemania fue cargando la mano. Había salido con un ataque configurado por mediapuntas y cuando vio que el partido se le estaba escapando tiró del tanque Füllkrug y más tarde del veterano y molesto Thomas Müller, buscando apabullarnos. Y lo consiguió, y más a raíz de que De la Fuente retirara, quizá antes de tiempo, primero a Lamine y luego a Nico, lo que terminó de animar a los alemanes a desatarse. Sus oleadas nos metían cada vez más en el área y acabó por ocurrir lo irremediable: el empate, ya muy cerca del final, en remate de Wirtz al recoger un balón bajado por Kimmich.

Prórroga, con un equipo hecho para defender. Pero demostró entereza, e incluso audacia, cuando salió Joselu y se colocó en 4-2-4. Los dos equipos estaban a esas alturas en los huesos, lastrados por tirones, pero se arremetían con afán. Olmo, que dio un recital en la banda, resolvió con su asistencia a Merino, que cabeceó a la escuadra. Alemania, que jugó mucho y pegó más, se queda fuera. Último día, pues, de Kroos, que esta vez sustituyó su fútbol de etiqueta por un ejercicio de pierna fuerte que fue posible por la connivencia del árbitro. Todo junto da más mérito a esta victoria, de mérito extremo.