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Todo va sobre ruedas en Bilbao

Jon Uriarte se hizo con el sillón de Ibaigane hace dos temporadas casi sin pensarlo, por descartes. La masa social del Athletic quiso romper con el pasado reciente, con dos figuras impecables como Barkala y Arechabaleta, y apostó por el ‘rock and roll’. Arrasó en las urnas, en todas las mesas electorales. Mañana se cumplen dos años de su ascenso al despacho presidencial, así que está justo a mitad de camino. Ni una atípica campaña, alejada de los cánones habituales, ni el borrón de su jefe deportivo Carlos Aviña, descabalgado por unos tweets polémicos, le sacó de la senda hacia la victoria. Asumía que no sabía gran cosa de la gestión de un club del tamaño del Athletic pero que iría aprendiendo sobre la marcha. Y lo ha cumplido. Mikel González tomó las riendas en la parcela deportiva rodeado de dudas, pero ha ido saltando los obstáculos con destreza.

El primer año fue duro: un error clamoroso con el filial, el desmedido afán recaudatorio en parcelas que muchos veían intocables, poca transparencia en fichaje de Herrera, el ruidoso adiós de Iñigo Martínez... y una campaña que se quedó en otro amago por romper la tartamudez en Europa. Pero el verano pasado supuso un punto de inflexión. Se abrían de par en par la puertas a un curso que no ha podido ser mejor. Bueno, sí, con la clasificación para la Champions.

Por eso Jon Uriarte y Mikel González pasaron el trámite del jueves ante los medios con aire triunfalista. Una comparecencia algo tardía pero bien articulada. Saben que tienen la matrícula de honor por lo que ha hecho Valverde y casi casi esa misma nota con Aznar y el femenino. El filial ha retomado su sitio en la categoría de bronce de forma brillantísima. La cantera ha recuperado el esplendor y se está engordando con contrataciones que muchos tildan de ‘agresivas’, pero es que le fútbol moderno no entiende de romanticismos. La filosofía del Athletic anda por esas nubes del sentimentalismo, pero parece lo más recomendable revestirla con poderosos efectos materialistas para que no se resquebraje.

San Mamés no se desprende de una sensación de felicidad plena tras la Copa y el quinto puesto en Liga. La gabarra no es un sueño sino un objetivo, como dijo el presidente. Nico Williams y Sancet eran dos patatas calientes que han sabido amarrar. El primero es una estrella mundial y solo queda el cabo suelto de Berenguer. El fichaje de Galarreta fue un acierto, aunque esto lo sabía hasta le palo del córner. La ilusión es palpable, pero cuanto más alto se sube, mayor es la exigencia. Ahora es cuando se va a elevar el listón de los sueños. Los actos del 125 aniversario fueron impecables y la economía va a recibir un respiro que amortigüe los 16 millones de déficit previstos. Eso sí, no puede perder la cercanía con la afición y con el entorno. La directiva ha cubierto el cincuenta por ciento del trayecto. La incertidumbre ha dejado sitio a la estabilidad. Aún parece asustada ante los medios y debería de entender que si todo está engrasado, somos los primeros en aplaudir. El hermetismo es en ocasiones alarmante, no hay puentes con gente del pasado o las esferas próximas a la entidad. Falta empatía. Aires modernos robotizados. El club está en buenas manos, pero tal vez en el presente momento en el que sus gobernantes ya son conscientes plenamente de lo que es dirigir un gran club de fútbol, es cuando deben dar lo mejor de sí. Ahora no se puede detener el firme desfile hacia el cielo.

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