Pogacar visita el infierno

Llega uno de los momentos más esperados de la temporada ciclista 2025. Quizá el más esperado: el debut de Tadej Pogacar en la París-Roubaix. Año tras año, este domingo es una de las fechas más deseadas, la batalla por el Infierno del Norte, una carrera mítica, épica, centenaria… Roubaix siempre es Roubaix, pero en el presente curso es un poco más. Bastante más. Pogacar se ha apuntado a la fiesta. Y eso es sinónimo de espectáculo. De un compromiso con la historia. Tadej solo corre para hacer leyenda, con el único referente de Eddy Merckx, no tiene otra motivación. En la pasada campaña, por ejemplo, se propuso redondear el doblete Giro-Tour, porque decían que en el ciclismo actual no era posible. Y lo logró.

Pogacar es el mejor en las grandes vueltas, nadie lo cuestiona, y quiere serlo también en las clásicas. Se puede opinar, incluso, que ya lo es. En su palmarés relucen ocho victorias en Monumentos, una más que Mathieu van der Poel, el clasicómano estelar. El holandés le batió este año en la Milán-San Remo, pero el esloveno se la devolvió en el Tour de Flandes. La Roubaix puede considerarse un desempate, pero es mucho más. La madre de todas las batallas. Nadie duda de que Pogi puede conquistar la reina del pavés, solo hay que consultar los registros que está marcando en sus entrenamientos, o recordar cómo se las ha gastado en otros adoquines, pero la París-Roubaix también merece respeto para un debutante, por mucho nombre que tenga. Es una clásica totalmente diferente. Un infierno. Roubaix es excepcional. Pero Pogacar, también. Un campeonísimo que aspira a su primer triunfo en el velódromo, a su cuarto Monumento diferente, a su noveno Monumento en total, a un doblete Flandes-Roubaix que solo han hecho once ciclistas, el último de ellos el propio Van der Poel en 2024… Lo logrará o no, pero solo pensar que puede hacerlo, ya le hace especial.

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