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Mbappé quería un Lewandowski

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Mbappé juega más cómodo con Francia que con el PSG y no se recata en decirlo. Allí tiene como referente a Giroud, un nueve con estilo de tuneladora a cuya sombra él juega más cómodo. Atacante libre por detrás del punta, a mí al pie y los demás a correr, ese es el sueño de todo jugador caprichoso que pocos consiguen materializar. En el PSG Mbappé no tiene eso, comparte delantera con Neymar y Messi y el reparto de papeles no resulta ser de su completo gusto. Él hubiera querido que le ficharan al bueno de Lewandowski como hombre más adelantado y que se marchara Neymar. Pero éste no quiso, se quedó y encima le disputa los penaltis.

Es curioso cómo se ha hecho de engreído este jugador, desde luego excelente pero que no ha llegado a alcanzar las cotas extraordinarias de los Messi y Cristiano en sus mejores años, cuando pasaban de los 50 goles. Es curioso pero en cierta forma natural después de verse tan halagado en Francia, donde hasta Macron intervino en el operativo para convencerle de que no se marchara al Madrid. Dinero, incienso y la perspectiva de ser en el club parisino la reina de los mares. Pero ahí están también Messi y Neymar, que no son inferiores a él y eso tiene muy mal remedio.

De la experiencia del Madrid en la primera época de Florentino extraje la consecuencia de que los galácticos no funcionan en grupo. Varios juntos tienden a producir un ambiente de celos y molicie que no se da cuando sólo hay uno cuya superioridad como jugador admite el resto, casos de Cristiano en el Madrid y Messi en el Barça. Los tres del PSG son necesariamente un problema, aunque no el único de un club en cuyas sentinas empiezan a aparecer casos feos que ya llegan a los tribunales. Historias feas de tráfico de influencias, chantaje y policías venales. Cosas del PSG, ese club artificial que emite continuamente señales muy poco edificantes.